La Unión General de Trabajadores mantiene una deuda pendiente con quien fuera su secretario general en el exilio. Una deuda que jamás podrá ser cubierta, pues resulta impagable la dedicación y el mimo con el que Pascual Tomás mantuvo vivo el corazón del sindicalismo socialista español fuera de su cuerpo natural, durante casi un cuarto de siglo.
Un corazón que se nos reintegró en la Transición, para que hoy siga latiendo con la fuerza de la democracia y las convicciones sociales que hacen progresar a nuestro país. Por eso, es de justicia no olvidar y, sobre todo, recordar a quienes tuvieron que hacer aquella travesía del desierto, sufriendo la persecución y el desprecio de la dictadura franquista. Siendo este el principal problema de su existencia —y motivo de la amargura de los muchos compañeros que le siguieron en aquel duro viaje—, —Pascual Tomás tuvo que afrontar también otros graves asuntos de los que salió victorioso. Como contaba Antonio García Duarte, consiguió reorganizar la UGT en el exilio, afrontando por un lado, la propia división de la casa socialista, —con un Negrín que quiso fundar otra Unión General en México— y, por otro, a los comunistas, que querían tener su propia UGT.
Como podrá comprobar el lector, en los textos de nuestro viejo secretario genera se aprecia la enorme talla del personaje; dotado de una mente preclara capaz de diseccionar minuciosamente la realidad social y política del momento; que le permitió vaticinar lo que podría suceder y, en muchas ocasiones, sucedió. En este sentido, vemos un claro ejemplo en el artículo escrito a comienzos de 1937, en el que pronostica cuál va a ser el futuro de Europa tras la caída de España; llegando incluso a adelantar con acierto que sería Checoslovaquia la siguiente víctima del fascismo.
Como decía al inicio, su sacrificio y voluntad por mantener viva nuestra centenaria organización, a pesar de todos los avatares y hostilidades contra los que tuvo que luchar, le llevaron hasta casi dejar su último aliento por nuestra causa. La lectura de su carta de dimisión —reproducida en este volumen—, en la que, con renglones torcidos por el peso de su enfermedad, expresa a sus compañeros que ya no puede más y que ha de retirarse a pesar de que ellos no quieran dejarle, transmite una honda y conmovedora carga histórica.
Pascual Tomás es sobre todo un ejemplo de los valores que siempre han caracterizado a los hombres que han integrado las filas de la UGT. Un referente de la valentía y entereza que ha de guiar nuestros pasos en la defensa de los derechos de los trabajadores, sobre todo, en momentos como en los que actualmente nos toca vivir.
Quiero aprovechar estas líneas para dejar constancia de mi respeto y admiración hacia la familia de Pascual Tomás que —como narra su nieta— sufrió lo indecible a manos de los represores franquistas, de la obligada separación familiar y del extremo ofrecimiento que su abuelo hizo a la organización. Y, sobre todo, agradecer su generosidad al haber donado el patrimonio documental de su abuelo a la Fundación que lleva su nombre y que pertenece a la UGT.
Por último, agradezco el acertado trabajo de la Fundación Anastasio de Gracia-FITEL al publicar este libro como homenaje a la figura de Pascual Tomás, en el 40 aniversario de su muerte.
Cándido Méndez
Secretario general de la UGT