«Lo más doloroso de nuestra actuación es que no tenemos que luchar solamente con el adversario, si no con los que debieran ser amigos y hermanos». —Julián Besteiro.
Exacto, querido maestro. Para la democracia socialista española, la muerte violenta de nuestro inolvidable compañero Luis Fernández, es motivo de dolor y de preocupación. De dolor, porque con él desaparece para siempre de nuestro lado uno de los valores más positivos de nuestro campo sindical y político. De preocupación, porque en los momentos presentes en que están reconcentradas todas nuestras actividades en contra del enemigo común, surge ante nuestros ojos, como un espectro del pasado, la lucha fratricida carente de toda emoción humana e incapaz por lo tanto de comprender el valor de la vida de un semejante.
Y ante la realidad del hecho consumado, toda nuestra personalidad se alza en contra de esa manifestación de fuerza y pide a quien debe tenerla, un instante de reflexión. De reflexión que no es pedir clemencia. Ni nos importa la muerte ni nos preocupó jamás. Pero es que de estas acciones violentas entre trabajadores, puede incubarse el germen de una nueva y más cruel dictadura.
Quienes como nosotros hicimos de las ideas socialistas santuario de nuestra fe democrática, convencidos plenamente de que en le entraña viva del pueblo se conservan puros todos los valores sociales capaces de redimirle de su esclavitud, tenemos el deber de declarar en estos instantes de suprema responsabilidad que quienes trata de imponer por la fuerza el predominio de sus ideas, ni representan al pueblo ni han sabido jamás interpretar el sentimiento humanista mismo.
Nadie como la propia clase trabajadora ha sufrido más de cerca los efectos que en sus filas ha producido el uso de la coacción y de la amenaza ejercitada por los poderosos, en contra de nuestras propagandas sindicales y políticas. Y siendo nuestro ideario de completa transformación del actual sistema social por lo injusto de su basamento sería altamente perjudicial para nuestros intereses morales imitar del adversario el uso de la fuerza para el afianzamiento de nuestras doctrinas. Las ideas que brotan bajo los auspicios de la cólera sin el refrendo de la razón, no pueden producir más que situaciones caóticas que impiden la necesaria depuración de la sociedad actual.
Los hombres de ideas han de estar poseídos de una sensibilidad tan depurada que el dolor de los demás hombres ha de repercutir en ellos con tal intensidad como en la carne dolorida de la propia víctima.
Cada día que pasa es más difícil ocupar un puesto en la dirección del movimiento político de nuestro pueblo, porque, quiérase o no, para la ejecución de una labor electiva hay que atemperar el sentido de la responsabilidad a las posibilidades que posean para la ejecución de una obra determinada los elementos integrantes de nuestras respectivas organizaciones. Y en el predominio de la razón fijamos siempre el avance y afianzamiento progresivo de nuestros ideales.
La muerte del amigo Fernández es la consecución lógica, pero fatal, de la campaña de difamación y de vilipendio realizada por los enemigos de la Unión General y del Partido en contra de los hombres más significados de estas dos grandes centrales del movimiento obrero nacional.
Es un crimen del que no se puede hacer solamente responsable al desgraciado que armó su brazo del arma homicida. La responsabilidad alcanza en grado superlativo a cuantos elementos afines a nuestras ideas han presenciado impasibles cómo se destrozaba impunemente la honra de un hombre sin demostración alguna de posible responsabilidad. La masa anónima del país ha sufrido con resignación estoica las injusticias de los de arriba. Ansía libertad, pero desconoce la forma de conseguirla, y cuando alguien sin responsabilidad alguna de su conducta acusa sistemáticamente a los hombres del Partidos Socialista de ser instrumento de la burguesía, y por lo contrario a las reivindicaciones de los trabajadores ¿qué extrañeza ha de producirnos el que un pobre hombre carente de toda noción de lo que el problema social representa fía a la pistola la ejecución justiciera del presunto culpable? Absolutamente ninguna. Y este es el caso concreto de la muerte de nuestro buen amigo, como lo será, a no dudar, el caso de otros hombres de nuestro campo. La misión nuestra ha de concretarse a darle a la multitud de compañeros que integran nuestras organizaciones obreras la máxima intervención en el desarrollo de todos los problemas que preocupan la atención del proletariado español. Hacerles actuar directamente para borrar de esa forma toda posible manifestación de caudillismo. En nuestro partido no hay ahora, como no los hubo nunca, jefes ni directores. Hay solamente mandato de la colectividad que tendrá una mayor o menor manifestación de grandeza según sea el caudal de conocimientos y de comprensión que los trabajadores pongan en la resolución de sus problemas.
La organización obrera, al igual que nuestras agrupaciones socialistas, han de ser el crisol donde se depuren las imperfecciones morales del pueblo, que son la herencia lograda por el régimen burgués.
Cuando mayor sea la cultura del pueblo, más difíciles serán la ejecución de esto delitos que han destrozado sin finalidad alguna la vida de un hombre y la tranquilidad de los suyos. Nuestra misión como socialista ha de ser la de perdonar la culpable —porque lo que es impulsado por los desaciertos de una sistema social inmoral— y la de seguir impasible nuestra prédica de ideas socialistas, aunque la bala de un desgraciado trunque violentamente nuestra existencia.
ENVIO. —¡Sociedad de Albañiles de Madrid, manantial inagotable de solidaridad, escuela de sacrificio que das tus hombres para que rediman a los demás trabajadores del infortunio de su vida de esclavos, acepta esta líneas que son la expresión viva de mi solidaridad hacia vosotros y el testimonio público de cariño hace le camarada muerto!