Colección Memoria de Hierro

Llamadas al cumplimiento del deber

El Trabajo, marzo de 1939

Marzo, 1937. La España republicana defiende vigorosamente la independencia de su suelo y la libertad de sus hijos con romántico sacrificio que da a su gesta trazos de inmortalidad.

Las democracias europeas insensibles a nuestro dolor y más insensibles aún a la defensa de los principios sociales y políticos que constituyen su única razón de vida, contemplan desde la atalaya de sus intereses materiales cómo el pueblo español se desgarra frente a la muralla de acero que el fascismo internacional presta a los militares sublevados contra la República y contra España.

Los hombres que en aquel entonces teníamos en nuestras manos la dirección de la UGT con una visión exacta del problema que se debatía en nuestro país, reclamábamos del mundo democrático una ayuda eficaz que nos permitiera defender nuestro suelo y con él la propia independencia del mundo.

Yo, decía en marzo de 1937, en Londres, ate las representaciones del mundo democrático, socialista y obrero, lo siguiente:

«Yo tengo que deciros a vosotros, líderes de la Federación Sindical Internacional y Socialista, y a todos los parlamentarios socialistas de Europa, que meditéis muy mucho lo que está ocurriendo en España. El porvenir del socialismo y de la democracia está en vuestras manos. Lo que España habrá de ser mañana depende del resultado de nuestras deliberaciones. Mirad que es grave la responsabilidad que pesa sobre todos nosotros antes de adoptar un acuerdo determinado en el problema de España. Yo no ignoro que se esgrime como argumento, para justificar la política seguida hasta ahora, la posibilidad de una guerra universal; y en respuesta a ese argumento digo que si ahora el fascismo amenazara con una guerra, porque las democracias ayudase a España como España merece, la realidad sería que se unirían en apretado abrazo para la defensa común Francia, Inglaterra, Bélgica, Checoslovaquia y Rusia, y yo tengo la seguridad absoluta de que en cuanto el fascismo viera dispuestos a luchar por la libertad de una manera decidida a todas las democracias, el fascismo daría un salto hacia atrás y cesaría automáticamente en sus provocaciones.

Si nos dejáis solos por ese temor a la guerra o porque se supedite la conveniencia de la clase trabajadora a las exigencias de ciertos gobiernos y dejáis a España sola, se corre el peligro de que el fascismo nos venza; pero no olvidar también que el día siguiente de ser destruida la democracia española, Checoslovaquia sufriría inmediatamente igual suerte, y tras de ellas Francia y Bélgica, que tienen el mismo problema que nosotros teníamos en el año 1934. Ahí quedan esas palabras. Yo no quiero, en nombre de la Unión General, remarcar con tinta más negra los perfiles de vuestra situación política interior; pero lo que sí quiero es que miréis cara a cara al porvenir, con la misma emoción dramática que lo estamos mirando nosotros».

La modestia de mi personalidad no tuvo la fuerza convincente que se precisaba para conseguir en favor de España lo que España merecía y merece.

Han pasado dos años desde que yo pronuncié aquellas palabras, dichas con cierto tono de profecía, y ya la realidad —muy superior siempre al capricho de los hombres— ha confirmado con sus zarpazos crueles una parte de mis vaticinios.

Checoslovaquia ha sucumbido a los caprichos del fascismo. Bélgica siente en su vida interior las provocaciones del capitalismo. La Francia de los derechos del hombre oye los gritos salvajes del fascismo italiano, exigiendo para su pueblo parte del imperio colonial francés.

El fascismo, insatisfecho siempre en su egolatría, pide… exige… y amenaza porque ve a las democracias vacilar ante sus desplantes de fanfarrón borracho. Sólo España, nuestra España, la que agrupa a su lado lo más sentido de la vida civil española, sigue en pie defendiendo con entereza ejemplar su independencia y su dignidad. Aún es hora para que nuestra gesta sea imitada. Aún es momento de ayudarnos con algo más que con palabras. Necesitamos solidaridad traducida en hechos. La necesitamos nosotros para vencer. La necesitan las democracias para poder vivir.

Si cierran los ojos a la realidad, ciegos vivirán eternamente y la Humanidad sufrirá los horrores del capitalismo fascista.

Pascual Tomás Taengua
(1893-1972)