Colección Memoria de Hierro

El hombre

El Metalúrgico, mayo de 1928

Uno de Mayo… Consagración definitiva de la Fiesta del Trabajo.

Las multitudes obreras, movidas por la fuerza dinámica de un ideal, establecen entre sí, como principios fundamentales que garanticen su vida futura, sentimientos de solidaridad y de cariño tan íntimamente sentidos, que harán imposible el que la clase trabajadora siga siendo considerada como cosa inestimable en la lucha por la vida.

¿Fiesta del Trabajo? La conmemoración significa la elevación del espíritu a las más puras concepciones ideales.

El sentido humanista de los ideales obreros, articulados en principio en las peticiones que se formulan a los poderes constituidos, dice a todos los hombres de la tierra las razones en que se fundamentan nuestros deseos de acabar con la explotación de quien produce y crea constantemente.

¡Uno de Mayo! Demostración irrefutable del poder de la organización obrera.

En todos los pueblos, en todas las ciudades y en todas las naciones del mundo, la clase trabajadora funde en un solo grito y en una sola palabra sus deseos de vivir dignamente, estableciendo como suprema ley la paz universal.

Jamás la clase trabajadora, en momento alguno de su vida, mostró de manera tan diáfana como actualmente lo está demostrando la necesidad de establecer cerca de ella una labor de propaganda intensa, tenaz, decidida, de los principios que informan la estructura orgánica de la Federación Nacional Metalúrgica.

Sufre la clase trabajadora —indiscutiblemente, mucho más que las otras manifestaciones de la riqueza nacional, aunque intencionadamente se simule lo contrario— todas las consecuencias que se derivan de la carencia absoluta de trabajo.

Conoce, por la difusión de ideas defendidas entre los medios obreros, «que uno de los motivos fundamentales del malestar de la clase obrera tiene su origen en la desunión en que viven los trabajadores».

Y a pesar de ello, de conocer la verdad, de saber las causas que producen el mal, la clase trabajadora, jamás, ¡jamás!, ha vivido, en algunas poblaciones de España, tan apartada espiritualmente de la organización como lo está ahora.

¿Motivos? Uno solo: la incomprensión, por parte de un sector importantísimo —importantísimo por la cantidad— de la clase obrera, de lo que representa, para el afianzamiento de la vida civil de un pueblo, el poder de la organización obrera.

En aquellas poblaciones donde la propaganda de los ideales encontró al HOMBRE que supo comprenderlo en toda su grandeza, haciéndolos carne de su propia vida, allí la organización de los trabajadores tiene solvencia y tienen personalidad claramente definida.

La psicología de sus elementos integrantes fue modificándose paulatinamente.

La sombra difusa de las multitudes obreras adquiere, por la fuerza persuasiva de la palabra en propaganda incesante de las ideas que informan nuestro credo sindical, destellos de luz vivísima, que nos permiten descubrir, entre las tinieblas de la vida pasada, los rasgos inseguros de otras personalidades, ¡de otros Hombres!, cuya existencia anterior nadie, absolutamente nadie conocía.

No es esto el sometimiento de la masa a los dictados de un solo hombre, no. Es sencillamente, todo lo contrario.

Es el hombre, o conjunto de hombres, cuya clara visión de la vida les hizo comprender la VERDAD, haciendo pública renunciación de su personalidad al consagrarla en absoluto a la sublime labor de despertar la conciencia dormida de los que sufren privaciones sin cuento, elevándolos a la categoría de hombres.

Quienes sienten repercutir prontamente en sí mismos todas las injusticias y todos los dolores que los demás seres humanos sufren, estos jamás pretenderán establecer el sometimiento del pueblo a sus deseos, porque su labor, predicada con el ejemplo, tiende a destrozar todos los prejuicios que hacen del ser humano un esclavo del ambiente y de las circunstancias injustas del momento presente en que se vive.

La divulgación de esta verdad tan elemental, y, sin embargo, tan desconocida para la mayoría de los que trabajan, debe ser el objetivo fundamental de nuestra labor.

Para hacerlo hace falta organización. Hacer hombres dignos es hacer pueblos libres, y ¿a qué más noble empresa pueden dedicar sus actividades todos los trabajadores?

Fiesta del Primero de Mayo.

Explosión unánime de solidaridad y de cariños.

Horas que traducen en realidades nuestras esperanzas y nos estimulan al trabajo.

Quienes unidos caminan en esta Fiesta del Trabajo, pensad que de la fuerza de nuestra UNIÓN depende el futuro de toda la humanidad.

Pascual Tomás Taengua
(1893-1972)