Colección Memoria de Hierro

La honra y el dinero

José María Arche Molinero

Atreverse a escribir de una vida, más bien de una ínfima parte de una vida, implica entrar parcialmente en una personalidad y, desde allí, tener una perspectiva del personaje.

En la personalidad de Pascual Tomás, ya de inicio, aparece un sentimiento tan actual y tan antiguo como es la pasión política, vocación muy zaherida desde que Eva le ofreció a Adán el fruto prohibido en el Paraíso y la ira divina les convirtió a los dos de animales contemplativos y tutelados en animales sociales, políticos y responsables. A partir de un motín, explica la Biblia el big bang de la humanidad. A partir de una rebeldía, nos explicamos que tantos hombres y mujeres dediquen su vida a defender sus ideas.

La pasión política puede nacer de esa curiosidad de Adán y Eva por desenmascarar lo extrañamente prohibido o, en otros, por hacer el bien, o identificar el mal en tantas injusticias humanas y combatirlo. Luego este sentimiento sin lucha y sacrificio es inconcebible.

A la pasión política no le importa el divino castigo, quiere ser libre y pierde o cambia un letárgico paraíso por la libertad. La predestinación divina y el llamado determinismo económico pueden justificar pasiones pero corrompen y deshumanizan la auténtica pasión política: «Cada persona, sea quien sea, querrá vivir su propia historia, según su voluntad y siguiendo su razón y provecho. Como los biólogos saben, el ‘homo sapiens’ no es idéntico al ‘homo oeconomicus’. La bolsa no es el único vínculo entre las personas».1 Existen otros valores más apasionantes como el amor y la amistad; la generosidad y la solidaridad. Y está el proceder ético que nos permite, a través de la dialéctica, una conciliación entre pasado y presente; entre humanidad e individuo; entre ideal y necesidad, que aboca en el progreso de la democracia. Esta sería nuestra perspectiva.

Enmarcamos este relato bajo el epígrafe de la honra y el dinero por la intemporalidad con la que estos dos conceptos campan por la historia de la humanidad. Precisamente ahora, de nuevo sumergidos en una crisis económica mundial, se nos sigue proponiendo que el dinero triunfa; el dinero mueve el mundo; se nos impone la conclusión de: adoremos al dinero que es nuestro Dios. Pero no parece ser este el mensaje bíblico, al menos en el Nuevo Testamento, pues, aunque haya que darle al César lo que es del César, no se dice que debamos prestarle sumisión o adoración.2

Mucho menos puede encuadrarse en ese silogismo la vida, el pensamiento y la pasión política de un socialista; de un socialista ejemplar como fue Pascual Tomás Taengua, sino precisamente en la superación de los desórdenes del dinero y la abolición del tramposo fundamentalismo capitalista.

Más trascendente que si el dinero mueve o no el mundo, existe un conflicto difícil de conciliar entre la moral y Mammon, la quimera de la avaricia.3 Se trata de desenmascarar no al dinero sino a la voluntad que hay detrás. No es justificable que la voluntad de una minoría determine el progreso. La cuestión es: ¿ese progreso puede justificar la inhumanidad del hombre hacia el hombre? ¿Es esta la sociedad del progreso que necesitamos?

Lo mismo vale para la proposición el socialismo mueve el mundo. La pregunta será ¿qué voluntad hay detrás? ¿A dónde queremos ir? Porque, si el socialismo no llevase finalmente a donde predica, el fraude fatal es de quien se llama socialista sin querer ni tener arrojo de serlo.

¿Sería posible reconquistar la honra, la moral, la conducta, tal como la entendieron algunos de los pioneros socialistas? Difícil causa donde abunda el humano «apolítico», que cree vivir en un entorno sin ideologías, al margen de la política, que desprecia a todos los políticos, puesto que les pide virtudes para las que él mismo está incapacitado.4

En España, tal actitud fue fomentada bajo el franquismo y, ahora, cuando más falta hacen personajes con honrada pasión política, se tiende a su demonización por los errores imputables al ejercicio de determinadas políticas.5

Consiguientemente, es bueno rescatar de la indiferencia a aquellos españoles que defendieron la política con una diáfana moralidad y honradez. Y lo hicieron, además, desde una probada abnegación.

Pascual Tomás encontró esa honra, esa decencia en las ideas socialistas y en las organizaciones fundadas por Pablo Iglesias en el siglo XIX. Él, español en el exilio al que se vio obligado por la traición de Franco a la República, defendió muchas veces la historia y la lucha política de esas organizaciones ante furibundos ataques de sus detractores, con estas emotivas palabras llenas de pasión política:

«Se dice que la organización sindical en España ha de ser apolítica y que no ha de sufrir la presión del PSOE. Nosotros hemos declarado que la autoridad moral que tuvo siempre en nuestra patria la Unión General de Trabajadores, —UGT— la influencia ejercida por nuestra organización en los avances sociales en España, la austeridad de conducta, la moral en la conducta, la seriedad en sus compromisos, constituye hoy el obligado recuerdo de las generaciones mirando como solución para mañana a la Unión General. Todo ha sido posible porque la Unión General, con independencia orgánica, con plenitud de libertad en sus Congresos, desde que nació ha tenido un pensamiento socialista que la animase, una moral socialista que le diese vida y nosotros queremos que la UGT sea hoy y sea mañana eminentemente socialista por considerar que sólo al amparo del Socialismo pueden encontrar soluciones democráticas y humanas los problemas que tenemos planteados» —IX Congreso de la UGT, 2 al 5 de agosto de 1965, Toulouse (Francia)—.

Exilio político, exilio económico

Tras el exilio de miles de españoles en 1939, al establecerse la dictadura de Franco en 1960, comenzó una emigración masiva de trabajadores españoles. Eran trabajadores que el Plan de Estabilización y de Desarrollo de entonces consideró sobrantes. Detrás estaban también otras intenciones: se aliviaban las cifras de desempleo y se esperaba unos ingresos adicionales por las divisas que estos trabajadores enviarían a sus familiares.6 Puede que a esta emigración se la llame económica para diferenciarla de la política, aunque el exiliado político lo es también económico porque se le arrebata su modo de ganarse la vida y no se libra de la discriminación en un país que no es el suyo.7 El emigrante económico es discriminado y explotado socialmente, mucho más, cuando se le trata como fenómeno transitorio y carente de derechos políticos.8

Por esa inapropiada consideración del fenómeno como transitorio y abusando de la rotación de mano de obra, el empleo de extranjeros es un instrumento de explotación capitalista a lo largo de los siglos.

Ante tanto vaivén migratorio a lo largo del mundo y de los siglos: ¿Seremos capaces de conseguir que la sabiduría popular y la intelectualidad aborden ética y políticamente este fenómeno que afecta a individuos de todas clases, cuyo destino personalizado es vivir a caballo de dos mundos? Habrá que reconocer alguna vez el papel histórico de los emigrados en la cultura, la trasformación social y el mestizaje de los pueblos.

El hecho es que cerca de cuatro millones de españoles salieron y volvieron a España en los años 60, habiendo descubierto modos de vida distintos en otros países. Muchos de ellos extraerían consecuencias de sus vivencias.9 Especialmente aquellos que contactaron fuera de su país con una España casi olvidada que vivía en el exilio, conservando dignamente valores, ideas, experiencias, conductas de una sociedad vencida en abril de 1939, pero no definitivamente derrotada. Los emigrados desterrados por la economía se encontraron con los desterrados por sus ideas.

Encuentro entre el exilio español y la emigración española

En la República Federal apenas había exiliados republicanos. Obviamente, los desterrados por la guerra de España, en 1939, buscaron asilo en Francia, lo que sería imposible en la Alemania de Hitler, donde se les consideraba enemigos del III Reich. Hasta Francia llegó el odio y persecución franquista: el ministro español de Asuntos Exteriores y cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, negoció con sus amigos de Berlín la destrucción de republicanos exiliados en Francia. En agosto de 1940, llegaron al campo de concentración de Mauthausen —Austria— unos 9.000 españoles y allí murieron 7.000. Los 2.000 que sobrevivieron fueron liberados por los norteamericanos en mayo de 1945 y volvieron a Francia. Solo una pequeña parte se quedó en tierras austriacas y alemanas.10

A mediados de los 50, la población alemana, muy pendiente de su reconstrucción económica y social después de la guerra, afronta los inicios de su boom económico y de pleno empleo con una peculiar experiencia sobre la contratación de mano de obra extranjera: ni durante la República de Weimar, ni durante el III Reich necesitó Alemania de esas fuerzas de trabajo.11 Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, al desplazarse muchos alemanes a los frentes, el Gobierno, la policía, las SS y la Gestapo «contrataron» a 560.000 trabajadores agrarios polacos; y, hasta finales de la guerra, se incrementa esta «especial» fuente de trabajadores con prisioneros de las zonas ocupadas.12 Consiguientemente, en la Alemania profunda de aquellos momentos se crea una conciencia perversa sobre la mano de obra extranjera: Eran enemigos, gente peligrosa vencida e inferior. En la postguerra, los alemanes son los vencidos, los que tiene su país ocupado y necesitados de ayuda exterior para reconstruir su país y su economía. Pero, muchos parecen no recordar los malos momentos. Casi solo desde las instituciones humanitarias, católicas y sindicales se entendía a los emigrantes como seres humanos con derechos —se era consciente de su importancia para la economía alemana—. Junto con la Confederación de Sindicatos Alemanes —DGB—, no olvidaron las penalidades de la población alemana en la postguerra, paliadas en parte por la solidaridad mundial, inclusive el Plan Marshall. El único error inicial de la DGB fue pensar que la emigración se basaría en la ventajosa rotación continua de mano de obra, sin necesidad de afrontar su integración social.

Mientras, la UGT en el exilio de Toulouse, cuyo secretario general era Pascual Tomás, enmarcó inicialmente la cuestión de la emigración como un elemento más de denuncia del régimen franquista, topándose con la temporalidad de la estancia de los trabajadores españoles fuera de su país para llevar a cabo una acción sindical realista, teniendo como referencia solamente a los temporeros españoles que iban unas semanas a Francia para la temporada de vendimia, de arroz y remolacha.13

Pero, un análisis serio de lo que fue la política de la UGT, no puede basarse solo en la enrevesada inaccesibilidad a colectivos como temporeros o personal doméstico para dictaminar una total resignación de los socialistas españoles ante el naciente problema de la emigración. La UGT, desde que comienza la salida de mano de obra fuera de España, ya manifiesta políticamente su preocupación, como está reflejado en actas, declaraciones, propuestas y resoluciones de congresos.14

Especialmente, presionaban en esta dirección los jóvenes ugetistas afiliados en las tres organizaciones socialistas que, en 1964, crearon la Comisión para la Emigración15. No era labor de un día persuadir a quien solo viene por dinero y no ha de impregnarse de libertad democrática, conciencia social, ni nada por el estilo. La peor actitud era la de algunos viejos luchadores antifascistas que decían: «¡Con estos no hay nada qué hacer!»

A Pascual Tomás también le cuesta manifestarse públicamente sobre el tema. Invitado fraternal en el VI Congreso ordinario del Sindicato de la Industria del Metal alemán —IG Metall—, habla ante los congresistas y no menciona a los ya miles de emigrantes españoles que trabajan en fábricas metalúrgicas de la República Federal. Solo denuncia y pide la condena del régimen franquista:

«No puedo informarles sobre la actividad de los obreros metalúrgicos españoles. Desde hace ya muchos años los metalúrgicos españoles viven bajo el régimen de la dictadura franquista donde no existe ningún derecho sindical, ninguna libertad de expresión y ninguna libertad de asociación. España es para los obreros una cárcel en la que están obligados solamente a trabajar sin ninguna clase de derechos. Pero tengo un ruego que hacerles como miembros de una organización sindical libre en un país democrático: que no olvidéis el problema español. Los obreros españoles fueron puestos de rodillas por la dictadura franquista. Creo que puedo pedirles que les tiendan la mano para que los obreros españoles también puedan levantarse y volver a vivir y trabajar en libertad y en democracia.» —Berlín, 17 al 22 de octubre de 1960—.

¡Claro que Pascual Tomás no podía informar de los obreros metalúrgicos en España!

La UGT, por circunstancias del exilio no se estructuraba por sociedades de oficio y las federaciones de industria no tenían nada más que un papel teórico. Esa no fue nunca la práctica histórica de la UGT, pero ahora era la parte débil, la falta de contacto inmediato con la realidad del mundo del trabajo.

En 1966, en el VII Congreso Ordinario de la DGB, Pascual Tomás no cambia su discurso: no menciona a los miles de españoles, muchos de ellos ya afiliados en la DGB:

«En España se pisotean los derechos humanos; día a día la prensa nos informa de las huelgas obreras protestando contra la tiranía fascista. Profesores y estudiantes se unen para pedir libertad y derechos sociales. Incluso la Iglesia hace declaraciones de condena al fascismo». —Berlín, 9 al 14 de Mayo de 1966—.

Nada sobre los emigrantes. Pero, entre 1960 y 1966, la actitud de Pascual Tomás y de la UGT de Toulouse empezaba a moverse, adaptándose a la realidad, aunque manteniendo una postura férrea contra la dictadura. España y los españoles también están cambiando dinámicamente y parte de esa España está fuera del país. La UGT no vive totalmente ausente de esa nueva dinámica. Su postura de denuncia ante los países europeos de las maniobras del gobierno de la dictadura, utilizando a los emigrantes para sus fines de consolidación del régimen, tuvo también su papel histórico.16

Inicialmente, la DGB no estaba cómoda con algunos planteamientos intransigentes de la UGT. Suponía un problema en una organización plural y unitaria con afiliación socialista y cristiano demócrata. Pero la llegada de la emigración española exigía una acción sindical inmediata tanto de afiliación como de asesoramiento laboral. La inexistencia de sindicatos libres en España que pudieran ser interlocutores naturales del sindicalismo alemán —como eran los sindicatos italianos— planteaba muchos dolores de cabeza.

No obstante, la política de relaciones internacionales de la DGB se movía dentro de las organizaciones que integraban la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres —CIOSL—.17 La Conferencia Sindical sobre España, organizada por el Comité de España de la CIOSL-CISC,18 celebrada en Bruselas en octubre de 1961, recomendó a los sindicatos europeos que desarrollasen medidas de formación de los emigrantes españoles para un futuro sindicalismo libre en España.19 Y a partir de ese momento, la DGB creyó, llegado el momento de comprometerse con esas recomendaciones.

Coincidió con que dentro de la DGB y también dentro de la UGT había elementos moviéndose ya en este sentido: no cejar en la lucha política contra la dictadura, pero al mismo tiempo atender los intereses y necesidades inmediatas de los emigrantes españoles. Por otro lado, otra fuerza natural y espontánea surgiría de la propia concienciación de muchos españoles que se sirvieron de los derechos democráticos y la libertad sindical para defender sus intereses y, así, la participación creció en poco tiempo por encima de las expectativas.

En cuanto a los españoles más conscientes dentro de la DGB, surgieron figuras como Adolfo Llopis Brave y Manuel Fernández-Montesinos. Ambos, aunque antagónicos, en sus planteamientos fueron artífices de que la UGT en Alemania combinase la lucha contra la dictadura al mismo tiempo que la colaboración militante dentro de los sindicatos alemanes. Ambos habían salido de España por su actividad antifranquista. Ambos habían participado en las revueltas estudiantiles de finales de los cincuenta en Barcelona y en Madrid y, en esas fechas, buscaron refugio en Alemania, donde rápidamente aprendieron el alemán. Montesinos llegó a Fráncfort como estudiante y en 1960 empezó a trabajar para la Comisión Ejecutiva del IG Metall, llevando posteriormente la oficina para españoles. En el otoño de 1962, tras un acuerdo entre la UGT y la DGB, se creó la Oficina de Asistencia Sindical de la DGB para españoles en la República Federal de Alemania —RFA—, en Düsseldorf, y Llopis, licenciado en Derecho, que se ganaba la vida en Hamburgo dando clases de español y, eventualmente, trabajando en la  industria, fue llamado para encargarse de su funcionamiento.

Así comienza, en 1962, la andadura de la UGT en Alemania con dos visiones: una creyendo en la necesidad de renovar la organización sin perder la disciplina y la tradición; y otra que no quería someterse a la dirección de la UGT en Toulouse. Evidentemente, la afiliación a la UGT en el Exilio de trabajadores que no habían hecho la guerra planteaba una inédita cuestión a los dirigentes de Toulouse. Cada movimiento tiene su propia dinámica y no es que los «viejos de Toulouse»20, estuvieran en contra de una política reivindicativa propia, solidaria dentro de la DGB,  sino que temían el abandono de la lucha por un sindicalismo libre en España. Pero evidentemente, las dos cosas se complementaban perfectamente. Toulouse pecaba de exceso de celo.

La «conjura internacional»

La actividad de la UGT en el Exilio, y la de su secretario general Pascual Tomás, fue primordialmente en política internacional. Era el papel que le correspondía mientras que en España, la UGT del interior se ahogaba bajo la represión. Además, en la solidaridad internacional estaba no solo el apoyo moral, sino también el financiero.

Pascual Tomás participó en octubre de 1949 en la constitución de la CIOSL, una vez que, tras iniciarse la Guerra Fría, la parte no comunista del movimiento sindical internacional se salió de la Federación Sindical Mundial —FSM—. La UGT también participaba en los secretariados profesionales internacionales o federaciones internacionales de industria y fue fundadora de la Confederación Europea de Sindicatos, en 1973.

Recordemos la actitud de los aliados respecto a España: en 1936, dejaron abandonada a la II República ante la ofensiva fascista; en 1945, después de la II Guerra Mundial, cada país se ocupó de sus propios intereses, decepcionando a millones de republicanos españoles que habían luchado contra los nazis. Llegada la Guerra Fría, España, una dictadura, se considera lugar estratégico y se juega con el destino de los españoles. El posibilismo se abre camino en la política internacional y lo peor es que eso contamina a una parte del movimiento sindical.

Estos son los problemas a los que se enfrenta Pascual Tomás a partir de 1960, intentando movilizar todas la fuerzas posibles contra lo que él llamaría la «conjura internacional». Comenzaba a haber un cansancio internacional del denominado «problema español». Por otro lado, el régimen franquista llamaba a las puertas internacionales con piel de cordero, increíble para los países verdaderamente democráticos, pero «conveniente» para sus intereses. El gobierno español engañaba a quien estaba dispuesto a ser engañado, mientras el pueblo seguía olvidado.21

Entre tanto, la tenaz represión impedía a la UGT avanzar en la clandestinidad y su papel en la lucha obrera se diluía o tenía una repercusión muy imperceptible, tanto dentro como fuera de España. Al no estar la dirección de la UGT dentro de España, muchos pensaron que esto, asociado a la avanzada edad de la cúpula y su anclaje al pasado, encorsetaba la acción del sindicato socialista. Así surgió una oposición «renovadora». La impaciencia más joven y menos experta, el temor a perder la oportunidad y también la buena intención e igual fe, aceleraron la búsqueda de atajos para intentar llegar antes al objetivo, sorteando la «fortaleza» de la institución centenaria con sede en Toulouse.

En la República Federal, la propia creación de la Federación de la UGT, en 1963, tenía por naturaleza incluso instintivamente un clamor «renovador», aunque algunos utilizarían esta plataforma para atacar frenéticamente la «fortaleza» de Toulouse. Formaba parte de lo que Tomás llamó la «conjura internacional» sólo que, esta vez, afectaba al movimiento sindical. La finalidad era condicionar el modelo sindical en España. La vieja guardia de Toulouse estorbaba como tal y por su influencia en los organismos internacionales.

Aquí es donde Llopis Brave y Fernández-Montesinos se enfrentaron: uno a favor de la vía estatutaria y disciplinada —conquistando cada vez más adeptos entre los emigrantes españoles—, y otra, siguiendo una línea de acoso y derribo a la ejecutiva de la UGT en Toulouse, con el propósito de devolver la dirección del sindicato al interior del país. Algo que los militantes más destacados de la clandestinidad no reclamaban en ese momento.

Pero quedaba por descorrer una cortina más en esta trama. Se quería forzar a la UGT a integrarse en un modelo de sindicato unitario, posibilista y, sobre todo, sin tendencia ideológica. Simplificando: se estaba llevando demasiado lejos el anticomunismo alemán y norteamericano, cayendo en la trampa del miedo, que actuaba a favor de Franco, ante la posibilidad de un sindicato comunista hegemónico en España. Pensaban que el sindicato socialista sería muy débil para oponerse al «fantasma del comunismo» y se pensaba contrarrestarlo a través del unitarismo sindical. Pero, la UGT no opinaba lo mismo.

Esas fuerzas intentaron romper esa resistencia por donde la UGT era más débil organizativamente: las estructuras nacionales de industria. Y por eso apoyan a la Alianza Sindical Obrera —ASO— que surge en 1962, especialmente en el sector siderometalúrgico, como alternativa a la UGT. El asunto ASO es para tratarlo más a fondo. Lo cito porque fue uno de los quebraderos de cabeza de Pascual Tomás, aunque finalmente triunfaron dos grandes virtudes: la perseverancia en la tradición sindical y política de la UGT como sindicato de clase, y la capacidad de convencimiento y de gestión dentro del sindicalismo mundial para que los intentos de establecer en España un sindicalismo descafeinado, disfrazado de revolucionario, fuesen derrotados. Nada de saltos en el vacío.

Merecen mención algunos dirigentes del ámbito internacional de prestigio cuya aportación global fue positiva, pero que por razones de orgullo personal, de obsesión política, y hasta de una cierta tentación imperialista, se equivocaron en su estrategia de anular a los «viejos de Toulouse».

Tal es el caso de Max Diamant,22 secretario sindical del IG Metall en Fráncfort; de Daniel Benedict,23 secretario general adjunto de la Federación Internacional de Trabajadores de las Industrias Metalúrgicas —FITIM— y de los sindicatos americanos y de Hans Matthöfer,24 experto para España del Partido Socialdemócrata Alemán —SPD—. Todos ellos finalmente, acabaron siendo grandes amigos de la UGT, lo cual habla a favor de su buenas intenciones. No obstante, puentearon muchas veces a la dirección de Toulouse, presionando en España a los militantes de UGT y de USO para que se unieran a la ASO. Ofertas de dinero hubo a discreción. Pero, en eso, los militantes de UGT en la clandestinidad de España, demostraron reiteradamente, pese a la necesidad, tener ideas firmes. El dinero tropezó con la tozudez de la gente honrada. No siempre puede con todo. Como decía Pascual Tomás: «¡en nuestra miseria mandamos nosotros!»

La obsesión por la unidad —concepto mágico y peligroso en el ámbito político— era una falacia. Los alemanes no olvidaban la falta de unión sindical en la República de Weimar que, según ellos, propició la llegada del fascismo. Tras la caída de Hitler se dijeron: «¡nunca más desunión, construiremos un sindicato unitario»! Decisión sincera pero en su contexto histórico fue fácil tomarla. Las fuerzas de ocupación aliadas de cada zona de Alemania casi lo exigieron. Por cierto, en el Oeste, sin comunistas. En la zona soviética, se impuso el sindicalismo del partido único.25 Y así es como la DGB se reconstruyó en la posguerra desde esa unidad deseada pero, en rigor, impuesta.

Por tanto, la UGT rechazó una unidad impuesta. Dentro de la CIOSL Pascual Tomás luchó, desde 1960, para impedir lo que Arsenio Jimeno26 llamaría «colonialismo sindical»27. No solamente la UGT sufrió presiones debidas al anticomunismo norteamericano. La CIOSL, por su posición más cercana a las políticas socialdemócratas, fue objeto también de los ataques de los sindicatos americanos de la AFL CIO.28

Contacto con los emigrados españoles en Alemania

Conocí personalmente a Pascual Tomás, a finales de febrero de 1965, en Düsseldorf. Nuestra sección de UGT cumplía apenas dos años de existencia, pero ya participaba intensamente en la actividad política y sindical con un grupo de compatriotas bastante ilusionados. En nuestra sección, predominaban los emigrados jóvenes, obreros que habían dejado el campo, incluso el hambre, para enfrentarse sin experiencia alguna a las colosales máquinas de la industria pesada alemana. Era un colectivo variopinto compuesto por individuos de distinta procedencia y edad.29

Había muchas ganas de acción. No éramos ajenos a la polémica contra los «viejos de Toulouse», pero queríamos conocerlos de cerca. Así que invitamos a Pascual Tomás a celebrar un mitin en colaboración con la DGB. Iba a ser el primero de esa naturaleza con la participación del secretario general de la UGT.

La noticia corrió como la pólvora, atrayendo la atención tanto del consulado español como del Partido Comunista. Precisamente estas dos entidades hicieron todo lo posible para boicotear el acto público de la UGT. En el mitin intervinieron Adolfo Llopis, Heinz Richter30 de la DGB y Pascual Tomas y se llevó a cabo felizmente el domingo 21 de febrero de 1965, en la Robert Schumann Saal de Düsseldorf, con gran asistencia de trabajadores españoles. La expectativa por la actuación de Pascual Tomás había sido importante, pero hubo intentos de desprestigiar el acto que lograron, precisamente, despertar  mayor interés en la colonia española. Ya una semana antes del mitin, unos desconocidos embadurnaron la fachada del consulado en Düsseldorf con alquitrán lo que propició que la policía interrogase a varios miembros de la sección de la UGT en Düsseldorf, bajo la sospecha de haber urdido en una reunión, en los locales de la DGB, el ataque al consulado —además de la colocación de un explosivo en las oficinas de la compañía Iberia—. La denuncia contra la UGT partió del propio consulado. Aclarados los hechos y las circunstancias, la propia policía lo vio como de un acto de disputas políticas entre antifranquistas. La realidad era que, desde el final de la II República, las relaciones entre socialistas y comunistas se habían roto prácticamente y el PCE competía por un espacio hegemónico. Tan es así que, incluso en el entierro de Wenceslao Carrillo, en1963 en Charleroi, la presencia inevitable de su hijo Santiago, entonces ya secretario general del PCE, originó momentos de tensión entre los socialistas puesto que muchos no perdonaban que Santiago hubiese renegado de su padre por su postura al final de la guerra española. Rodolfo Llopis recordaba las patéticas circunstancias en las que el Secretario General del PSOE y del PCE se saludaban después de tantos años. Las relaciones no se recuperaron hasta 1975 como declaró Felipe González en el entierro del propio Santiago: «La relación entre socialistas y comunistas, interrumpida desde hacia años se recuperó con una conversación que mantuve con Carrillo la tarde anterior a la muerte de Franco».31

Pero, volviendo a nuestro mitin de Pascual Tomás, esto es lo que se dice un informe interno de la UGT:

«El sábado día 20 por la mañana se reunieron las secciones de la UGT en Alemania con Pascual Tomás en los locales de la DGB. En medio de la reunión apareció un grupo de unos 10 españoles pidiendo la intervención de los sindicatos alemanes para poner en libertad a dos compatriotas detenidos por la policía32.

»Habían acudido a una manifestación ante el consulado español de Düsseldorf sin preaviso a la policía lo que la convertía en ilegal. La policía, al intentar disolverla, fue agredida, según ella, por esos dos compatriotas.

»El compañero Adolfo Llopis en nombre de la DGB, habló con el grupo de manifestantes, entre los que se encontraban algunos comunistas de Colonia y Düsseldorf. Se habló con la policía pero esta dijo que los detenidos debían prestar declaración. El juez dictó auto de prisión para los dos españoles.

»En la reunión que Pascual Tomás tuvo con el presidente de la DGB, Ludwig Rosemberg, se pidió que se interesaran por el desenlace del juicio contra estos dos compatriotas para que, en ningún caso, fuesen expulsados y entregados a las autoridades españolas».

Este encuentro con Pascual Tomás fue una vivencia inolvidable. Más allá de las anécdotas colaterales a su presencia en Düsseldorf, estaba su personalidad y las enseñanzas que para algunos jóvenes como yo suponía escuchar la historia por boca de sus protagonistas. No es asombroso que, a quienes no quieren oír la verdad, les asustase el discurso diáfano de un orador como Tomás. Su intervención fue para mi inolvidable: su verbo era emotivo, lírico, culto, didáctico…

Para hacernos ver que la lucha por los derechos es continua y que nunca se debe bajar la guardia, citó aquel episodio de El Quijote en el que, en su primera salida, se encontró con un labrador apaleando a su criado, un muchacho de unos quince años atado a una encina. Cuando Don Quijote afea al labrador tan indigno apaleamiento, este le responde más o menos que le está pegando porque es su criado, por no cumplir con su deber de vigilar las ovejas y por protestar de no percibir el salario. El muchacho insiste en que le debe nueve meses de soldada que son setenta y tres reales.

Don Quijote amenaza al labrador con matarle si no le paga al mozo lo que le debe. El labrador dice no llevar el dinero encima, pero promete pagarle en cuanto que vuelvan a casa. Don Quijote se fía de la palabra del labrador bajo la protesta del mozo que no se lo cree: 

«—¿Irme yo con él? No, señor,  porque en cuanto esté solo me desollará vivo.

»—No hará tal —replicó don Quijote—: si el me lo jura por la ley de caballería.

»—Mire vuestra merced, que este mi amo no es caballero, ni ha recibido orden de caballería alguna, que es Juan Haldudo el rico».

Tal como sospechaba el muchacho, una vez desaparecida la presión de Don Quijote cogió a su criado Andrés del brazo, le volvió a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto.33

Fallida actuación sindical la de Don Quijote, creyendo en la palabra de honor de aquel caballero llamado «el Rico», pese a las advertencias de su criado que ya conocía el percal de los que acumulan el dinero con el sudor ajeno.

Pascual Tomás, después de cosechar unos aplausos oportunos para él, aunque tardíos para Miguel de Cervantes, volvió a insistir en eso de la ética, la honradez y la pujanza que debe acompañar al pensamiento y la práctica socialista, recurriendo a otra parábola del genio universal de la literatura. En concreto, al episodio en el que Sancho Panza gobierna la ínsula Barataria y se presenta una mujer, aparente buscona, asida fuertemente de un hombre y pidiendo justicia dando grandes voces:

«—¡Justicia, señor gobernador, este mal hombre se ha aprovechado de mi cuerpo y, ¡desdichada de mí!, me ha llevado lo que yo tenía guardado más de veinte y tres años, defendiéndolo de moros y cristianos».

Sancho le pide explicaciones al ganadero y este comenta que topó con la mujer en el camino y que el diablo hizo el resto, pero que le pagó lo suficiente y no la forzó. El gobernador mandó al ganadero que entregase a la moza los veinte ducados que llevaba. Luego le dijo que fuese detrás de ella y que le quitase la bolsa.

Volvieron el hombre y la mujer, más asidos y aferrados que la vez primera, ella con la bolsa en el regazo, y el hombre pugnando por quitársela; mas no era posible, según la mujer la defendía, con grandes voces diciendo que le querían quitar la bolsa:

«—¿Y os la ha quitado? preguntó el gobernador.

»—¿Quitármela a mí? Antes me dejara yo quitar la vida que me quiten la bolsa. ¡Bonita es la niña!»

Este gesto fue suficiente para que Sancho ordenara devolver el dinero al ganadero diciendo:

«—Hermana mía, más te hubiera valido, si el mismo aliento que habéis mostrado para defender esta bolsa lo hubieses mostrado para defender vuestro cuerpo».34

Pascual Tomás lo remataba con la frase: «¡Si hubieses defendido tu honor como defiendes tu dinero, ahora tendrías el honor y tendrías también el dinero!»

Evidentemente, Tomás dominaba el arte de la oratoria como un moderno cantautor, poniéndole música a nuestros clásicos de la literatura.

En aquellos pocos días que estuvo con nosotros Pascual Tomás, más allá del respeto por su edad —71 años— y también por su delicada salud, resultaba extraordinariamente entrañable; aquel inconfundible timbre de voz madura y atrayente; aquella mirada, tras unas pulcras lentes, que inspiraba tranquilidad pese a la severidad, tenacidad y seriedad con la que transmitía su mensaje de hombre de decisiones muy firmes y de exquisita formación.

Llevaba con dignidad su machadiana indumentaria. Ligero de equipaje, salvo aquella inseparable cartera de cuero; pero con su impecable traje oscuro de chaqueta cruzada, zapatos relucientes, corbata y camisa blanca y, a veces, boquilla de fumador quizás por la recomendación de que dejara el tabaco.

Aquel día, tras el mitin, le vi contento; tarareaba por lo bajinis alguna pieza de zarzuela, lo que llamó mi atención de aficionado:

«—No se alarme Vd. ¡no voy a cantar! pero soy un entusiasta de la música. Es una de las cosas que más disfruto cuando tengo que asistir a aperturas interminables en congresos donde no entiendo ni papa de los discursos. Pero a los nórdicos se les puede disculpar no entenderlo… ¡son tan buenos músicos!»

Luego bromeó con nosotros y a alguno de los gestos de contrariedad típicos de Adolfo Llopis, replicó produciendo una carcajada general:

«—Vd. compañero Llopis, me tendrá que explicar alguna vez porque le llaman el cojonudo».35

Habló largamente de la gestión que había hecho mundialmente la UGT para impedir el reconocimiento de Franco. Era necesario convencer a la opinión internacional de que la alternativa democrática en España era posible sin el «miedo» al comunismo, con el que Franco asustaba al mundo occidental. Era necesario mantener una presión internacional sobre el régimen que muchos estados veían como «falta de pragmatismo».

Surgió el tema de que la llegada de Kennedy a la Casa Blanca abría la esperanza de una nueva política con España.

«—¡Fue una lástima que el pobre Kennedy desapareciese con las esperanzas que teníamos después de entrevistarnos con él!».36

La tarde del mitin, un grupo de ugetistas nos juntamos a tomar café con el secretario general de la UGT y, dada la fecha de pleno invierno, todos llevábamos gruesos abrigos que colgamos en un perchero que, pese a ser alemán, al cabo de un rato acabó cediendo, yendo todo el peso textil a la ilustre calva de nuestro dirigente. Se llevó un buen susto. Aunque, tras los sobresaltos del día anterior con la tensión de la manifestación comunista y el temor a que pudiesen haber intentado boicotear directamente nuestro acto, este pequeño incidente nos sirvió a todos para relajarnos y abrir la tanda de chistes.

Tomás le quitó hierro al asunto, comentando que mayores sustos había pasado en la República cuando los tiroteos inesperados con fuego real eran lo más frecuente.

Sobre la actitud de los comunistas nos comentó algo que alguno habíamos observado. Tras su intervención, se le había acercado Arcadio,37 un afiliado ugetista que militaba fervientemente en el PCE:

«Este ciudadano –así se expresaban los exiliados cuando querían poner a parir a alguien-– me ha dado unos achuchones que casi me parte el esternón, diciéndome: ¡Tomas, he venido a verle expresamente desde Colonia, porque Vd. es el mejor! Ya me lo hizo otra vez en Bruselas: ¡Me llenó la cara de mocos y luego se dio la vuelta y… a conspirar contra la UGT! ¡Hay amores que matan!»

Es posible que Arcadio disfrutase sinceramente con los discursos de Tomás, puesto que en su firme mensaje democrático y socialista había un talante dialogante. Pese a lo que se decía del cerrilismo de los viejos de Toulouse, en Pascual Tomás existía cierta empatía con los jóvenes desde su posición patriarcal. Esto es lo que seis meses más tarde diría en el IX Congreso de la UGT:

«Hay quienes dicen que los trabajadores españoles no quieren que se reorganicen las organizaciones clásicas. Cuando nosotros, en cumplimiento de nuestro deber, hablamos a los trabajadores españoles en Francia, en Bélgica, en Alemania, Suiza y Holanda y les decimos lo que fue la UGT, en aquellas caras jóvenes se manifiesta una compenetración con nosotros, una identificación con nosotros que no puede destruir la presión del adversario.

Y yo rechazo —puede que esté equivocado— el criterio de aquellos que dicen que los que ya tenemos nuestros años no podemos conversar de problemas sociales, de problemas políticos con la juventud. Yo lo rechazo, porque, siendo profundamente socialista y por serlo defensor de nuestra UGT, estoy convencido que puedo acercarme a la juventud y hablar con ella y compenetrarme con ella, porque los dos coincidiremos en que la explotación del hombre por el hombre es inhumana, porque los dos coincidiremos en la necesidad de asegurar al ser humano desde que nace hasta que se muere la vida digna que se merece».38

Y luego hace esta otra consideración sobre lo que es la historia y la importancia de la continuidad de la historia. La que Franco y sus seguidores nos negaron y pretenden seguir negando.

«Y tenemos otra esperanza: la de hacer comprender al joven que si hoy está establecida en muchas partes del mundo la jornada de ocho horas y hasta jornadas más reducidas, eso se debe a la organización obrera y yo creo en la posibilidad de entendernos unas generaciones con otras sin tratar de imponerle a nadie nuestro propio pensamiento, sino limitándonos a mostrar la labor que hemos realizado. Diremos a la Juventud que mire de dónde ha nacido el movimiento obrero en nuestro país: jornadas de trabajo de catorce y dieciséis horas y que nosotros tuvimos que entrar a trabajar a los ocho años, sin escuelas para aprender a leer y a escribir, ni escuelas profesionales; fijaos en las leyes sociales que se han dictado y todas son una consecuencia del trabajo de la organización. Pues si nosotros al empezar el siglo hemos arrancado de la nada y hemos llegado hasta aquí, a los jóvenes entregamos la antorcha que nosotros hemos llevado en nuestras manos hasta ahora, con la esperanza, por lo menos, de que teniendo ella más libertad que tuvimos nosotros, mayor posibilidad de educarse que tuvimos nosotros, mayores garantías políticas para actuar que hemos tenido nosotros, sigan el camino para ir tan lejos como fuimos nosotros».39

Inolvidable aquel primer encuentro con el máximo dirigente de la UGT. La postura de la Sección de Düsseldorf había sido crítica, aunque respetuosa desde un principio, con aquel, para nosotros, ya anciano compañero. Con el ejemplo de Pascual Tomás aprendimos a no personalizar en exceso el protagonismo de las decisiones. Hacer culpables de las dificultades de implantación de la UGT a los «viejos de Toulouse» era una barbaridad. La cuestión no eran solo ellos. Éramos también nosotros, como él pensaba: si íbamos a ser capaces de recoger con dignidad la antorcha que nos entregasen y con más libertad que ellos, mejor preparación que ellos, mejores medios para la acción que ellos, llegar al menos tan lejos como ellos.

El último congreso de Pascual Tomás

Aquellos días que cientos de militantes del socialismo en el Exilio nos encontrábamos en Toulouse para celebrar los congresos de la UGT o del PSOE, al menos para mi, constituyen un cúmulo imborrable de intensas sensaciones, a pesar de que la memoria, tan selectiva, no conserve todas la vivencias en un plano de plenitud y de objetividad.

Los impacientes40 pensábamos que no había más razón que la nuestra pero el peso democrático de la mayoría nos bajaba a todos a la realidad. Es status quo pesa mucho.

Nos quedaba al menos el inconfesable placer de la conspiración. Ese ir y venir por los pasillos, participar en los corrillos, contribuir en la proliferación de rumores, tanto dentro como fuera de la sala de los congresos y, al mismo tiempo, la presentación de enmiendas, discusión de las ponencias hasta altas hora de la madrugada… Parecía que una coma mal puesta podría cambiar por completo nuestra existencia. También fuera, en las terrazas de laPlace du Capitole, donde podías apaciguar la sed con un Ricard mientras colmabas la sed de conocimiento escuchando las tertulias congresuales entre figuras tan impresionantes como Andrés Saborit, Rodolfo Llopis, Manuel Muiño y otros nombres significativos. Asimismo, en aquellas mesas podíamos conversar con los compañeros del interior, los héroes los que te informaban de cómo iba la lucha en España, los que habían tenido que cruzar clandestinamente a pie o en barca la frontera. Posiblemente, algún que otro espía franquista estaría por allí tomando buena nota.

Pero habíamos dejado a Pascual Tomás en febrero de 1965. Unos meses más tarde, en agosto, se celebró en Toulouse el IX Congreso de la UGT y ya hemos reseñado que allí salió a la tribuna con un apasionado mensaje hacia los jóvenes, a los que él realmente había conocido en sus viajes por Europa, y los jóvenes de la España del futuro.

Pascual Tomás, en sus intervenciones en 1960 ante el Congreso del IG Metall en Berlín, y en 1966, también en Berlín, en el VII Congreso de la DGB no dijo nada de la emigración en Alemania. Sin embargo, en este Congreso de la UGT en agosto de 1965, contesta con estas palabras a los saludos fraternales de Albert Preuss, representante de la DGB:

«El régimen franquista ha exportado por el mundo a más de un millón de españoles y hoy tenéis en Alemania a millares de hombres y mujeres españoles que están aportando su contribución a la economía alemana. Os pedimos que ayudéis a la UGT en su siembra entre esos obreros de la verdad y de las ideas del sindicalismo libre y de la democracia».41

Evidentemente, ya en 1965, la UGT se había extendido cualitativamente por todos los países europeos en donde hay emigración y hace notar su valor específico. Pascual Tomás ve que se acerca el momento de poner en valor todas las gestiones y esfuerzos que, a través de la colaboración de los ugetistas con los movimientos sindicales de cada país y con la propia CIOSL, se habían hecho en el acercamiento a los emigrantes.

Lo destacable es que en cada país los militantes de la UGT habían sabido salvar ellos solos, utilizando inteligentemente el apoyo procedente del marco democrático, sindical y político, las dificultades y reticencias iniciales. Se integraron en las empresas de Holanda, Bélgica, Suiza o Alemania en las tareas sindicales junto a sus compañeros anfitriones. Esa era la fórmula clave donde radicó su fuerza y que acabó con los intentos de prescindir de la Unión General de Trabajadores en el cambio que ya estaba en marcha en España.

Tres años después, en el  X Congreso de la UGT, celebrado de nuevo en Toulouse del 1 al 4 de agosto de 1968 solamente echando un vistazo fugaz a la lista delegados es ya notable la presencia de la secciones de la emigración económica. Interviene Adolfo Llopis Brave, delegado de Düsseldorf, y lo hace notar:

«Asistimos a este Congreso veinte compañeros de la República Federal (…)En IX Congreso estuvimos media docena, esta vez venimos veinte y no por casualidad sino en virtud de un aumento de la importancia de nuestra organización en Alemania(…) En los sindicatos alemanes existen ya activistas españoles, entre ellos un número de ugetistas que desempeñan funciones sindicales en las fábricas(…) para provocar un interés colectivo por los problemas laborales inmediatos(…) y para despertar una mayor actividad en la base. El camino es ese».42

Entonces Pascual Tomás, sin abandonar su discurso de denuncia y de condena a Franco y del apoyo nazi al derrumbamiento de la II República española, mantiene este diálogo con el representante de la DGB en la tribuna del Congreso en el que menciona a los compañeros domiciliados en Alemania:

Alfred Preus —DGB Alemania—: «Camaradas (…) Desde hace ya años vengo a vuestros congresos. Conozco a muchos compañeros de entre vosotros; conozco también a vuestros viejos dirigentes y conozco la lucha que mantenéis desde hace muy largos años, demasiados. Si dependiese de vuestra lucha, (…) hubieseis regresado ya a España. Pero no depende de vosotros solos, depende del desarrollo político internacional».

Pascual Tomás: «Es verdad que tú has asistido a varios Congresos de los que la Unión General de Trabajadores de España viene celebrando en el destierro. Pero no es menos verdad que todos los que te han escuchado han recogido tus palabras de fraternidad y de cariño; pero quisiéramos que una vez salgas de esta casa y vuelvas a Alemania, te acuerdes de que al otro lado de los Pirineos hay un pueblo sometido a la violencia vil de una dictadura (…) Has escuchado esta mañana a nuestros compañeros domiciliados en Alemania. Un número importante de ellos forman parte de los sindicatos alemanes. Mirad a los compañeros españoles en Alemania no solamente como las víctimas del régimen de tiranía que impera en mi país, mirad a los obreros españoles en Alemania como posibles apóstoles, como posibles líderes, como posibles trovadores que vuelvan a España a cantar las excelencias del sindicalismo libre en el mundo. Ayudad, ayudad y ayudad. Lo que pedimos no es una solidaridad material, lo que pedimos de vosotros es una solidaridad moral. Que las palabras amistad y fraternidad se unan de una manera indiscutible y que cuando veáis a un obrero español pasear por las calles de Alemania, digáis: ahí va una víctima de la tiranía española, que nosotros en épocas oscuras implantamos y que ahora tenemos la obligación de liberarles».43

Siendo el último congreso en el que participaría Pascual Tomás como secretario General —él ya debía intuirlo— hizo una defensa magistral de la gestión de la Comisión Ejecutiva, permaneciendo fiel a lo realizado pero planteando también el papel didáctico que tiene la lucha sindical para los fines del socialismo democrático. También se quitó algunas espinas clavadas por las maniobras con las que se habían intentado imponer a la UGT un determinado modelo de sindicalismo. Fue duro y beligerante sobre todo con las formas a veces indignas de quienes estuvieron detrás de los ataques y creación de la ASO:

«(…) Una de las mayores satisfacciones es la de poder decir que a pesar de todos los inconvenientes mantenemos en alto, no solamente el nombre de nuestra UGT, sino de los principios que la informan. Hemos tenido que hacer frente a muchos adversarios. Unos, ya conocidos que dominan hoy la política de nuestro país. Pero cuando la Unión General ha ido demostrando internacionalmente a través de los años que era una fuerza que no ha podido ser destruida por el franquismo, ni en el 39, ni posteriormente; cuando la Unión General ha paseado internacionalmente sus principios y ha repetido nuestro derecho a actuar han surgido algunos elementos que creyendo que la vida sindical y política de un país puede ser un eterno carnaval, unas veces se han disfrazado con unas siglas y otras veces con otras. Y nos hemos dado cuenta que ciertos de esos elementos, como las prostitutas, venden por dinero su cuerpo, han vendido por dinero la dignidad de la organización que decían representar.

»(…) Estamos acostumbrados a escuchar llamadas a la unidad de los trabajadores, y se da la triste circunstancia que, en más de una ocasión, los que han venido a darnos consejos para mantener la unidad de la clase trabajadora han tenido la organización dividida en pedazos. Queremos la unidad de la clase trabajadora dentro de la libertad. No negamos a nadie el derecho de preguntarse desde ahora lo que será la vida futura en España. Pero nos parece inaceptable que nadie pretenda desde fuera de casa imponernos una clase de sindicalismo. El sindicalismo futuro español será lo que digan los trabajadores españoles libremente».

Y refiriéndose a las nuevas generaciones que ya están entrando en el socialismo, dice Pascual Tomás:

«A este Congreso de la UGT acuden por primera vez compañeros que no conocieron la guerra ni la represión pero que han nacido en un ambiente de corrupción y mentira. Cuando han salido por el mundo en busca de su pan han podido ver lo que es el movimiento obrero y la organización sindical y han llegado a la misma conclusión que nosotros: que la clase patronal no concede voluntariamente ninguna mejora a los trabajadores; que todas las mejoras tendrán que ser arrancadas por la unidad y el sacrificio de todos nosotros a través del sindicato. Es mi deseo que esos compañeros se lleven del Congreso esta impresión: que una vez que acabe su vida de exiliados voluntarios lleven a sus pueblos las enseñanzas sindicales que han aprendido por el mundo y que las siembren para que todos se puedan beneficiar del socialismo, al que se llega también por el camino del sindicato»44.

Reseñable de aquel Congreso, al que acudí como delegado, fue el debate que se suscitó, fuera de lo habitual, en la sesión de salutaciones fraternales. Las intervenciones de Max Diamant, representante del IG Metall y de Daniel Benedict, secretario general adjunto de la FITIM, plantearon la polémica, pero en ella participaron aunque con exquisita diplomacia el resto de intervinientes fraternales como: Dore Smets 

—Central Belga de la Edificación—; Georges Diacon —Unión Sindical Suiza—; Thorleif Andresen —I.O. de Noruega y del Norske Spaniakomite— y Massimo Maseti —Confederación Italiana de Trabajadores (CISL).45

Max Diamant y Daniel Benedict, habían intentado sin éxito doblegar a la UGT tanto dentro como de fuera de España para que asumiesen sus planteamientos político-sindicales. Ambos, rudos luchadores por la libertad, inteligentes analistas y curtidos sindicalistas, con muy buenas experiencias que plantear para la modernización de la UGT habían sido tan torpes de creer que los modelos políticos y sindicales son exportables y aplicables sin considerar factores históricos, económicos y culturales. En sus intervenciones tratan de justificar las maniobras que hicieron para imponer sus criterios en la escena política española e intentan eximir a sus organizaciones de toda responsabilidad —del fracaso, las cúpulas suelen no responsabilizarse. ¡Quién sabe si no les obligarían sus jefes superiores a dar al menos una explicación de su conducta!—.46

Se trata, por tanto, de la última rabieta de quienes no pudieron imponer unas ideas, seguramente inteligentes pero mal planteadas, ni siquiera ante los suyos. Pero, este debate cerró todo un episodio importantísimo de lo que fue, sobre todo en Alemania, una batalla por la existencia, tradición y los principios de la UGT y empezó una etapa favorable a una colaboración más fructífera entre el IG Metall y el SPD. Sin duda, por la nueva actitud tanto de Max Diamant como de Hans Matthöfer y del grupo de socialistas españoles que habían gravitado en torno a ellos.

Por razones de agenda, Daniel Benedict interviene en la sesión de apertura, con un discurso prudente, pero causa perplejidad, ya que insinúa que su acercamiento a la UGT de España fue por la responsabilidad de la Internacional de cubrir a los metalúrgicos en aquellos países donde son explotados:

«(…) Nos interesa la defensa de los trabajadores metalúrgicos más explotados, que son los trabajadores emigrados. También nos interesa un trabajo enérgico en el interior de España.

»No siempre hemos visto de la misma manera, tengo que decirlo francamente, cómo llegar a fortalecer este trabajo dentro de España, ese trabajo de combate en las fábricas, combate allá donde los trabajadores tienen sus problemas, pero no por falta de voluntad de cooperación, tampoco por falta de respeto a todos los sacrificios que han hecho los compañeros de la UGT durante años y años y que conocemos muy bien. Si estoy aquí es, en primer lugar, porque la UGT ha invitado a la Internacional; pero es también porque queremos estar, aun cuando hay críticas más o menos abiertas, y queremos no sólo contestar a críticas, queremos encontrar el camino junto con vosotros para la liberación del pueblo español. Por esto estamos en esa nueva comisión para España junto con la CIOSL».

Pascual Tomás prefiere poner los puntos sobre las íes y replicar a Benedict con una argumentación sólida y muy dura, desenmascarando unas actitudes que habían cruzado muchas líneas rojas:

«Tienes la fortuna, compañero Benedict, de comprender el español, por lo tanto vas a captar perfectamente las contadas palabras que yo pronuncie.

»Posiblemente antes de que tú nacieras funcionaba en Madrid el Sindicato metalúrgico «El Baluarte», y estábamos adheridos a la Internacional Sindical del Metal y formábamos parte de su Comité Ejecutivo y de su Consejo General. Es decir, que los metalúrgicos españoles, los viejos que tú has encontrado, ingresaron en la Internacional Metalúrgica antes que vosotros, conocen sus principios, conocen su táctica, y aman a la Internacional Metalúrgica con el cariño con que se puede amar las organizaciones sindicales libres.

»Cuando en 1947 se anunció el Plan Marshall, la UGT dijo: «Si la solidaridad económica del pueblo americano llega a Europa a curar las heridas que ha producido la guerra dejándole la responsabilidad de la reconstrucción de su pueblo a su manera, sin poner límites a la autodeterminación de cada uno de esos pueblos, el gesto de Norteamérica formará parte de una página brillante de la historia.47 Si por el contrario, al entregar una ayuda económica se exige una táctica determinada, una manera de emplear los fondos, una manera de actuar, entonces ya no es una solidaridad, ya no es un gesto solidario, es un sometimiento de aquel que recibe la ayuda solidaria al que la da.

»En nuestro caso, empezásteis a trabajar en España sin conocimiento nuestro, sin conocimiento de la CIOSL; y en Ginebra nosotros le hemos dicho al camarada Graedel48: si la FITIM tiene una concepción de la política para  España, que presente esa política ante la CIOSL y ante la UGT, la discutiremos, y si estamos de acuerdo, ¡La trabajaremos  juntos! Lo que no nos parece correcto es que, por un lado, acudan a España delegados enviados por la CIOSL y por otra parte por internacionales profesionales, y que en vez de poneros en contacto con nuestros compañeros, nuestros representantes, os pongáis de acuerdo con gentes mercenarias que no merecen ni debieran merecer ninguna consideración.

»Somos partidarios acérrimos de la unidad de la clase trabajadora. Pero la primera vez que actuaste en España y nos reunimos en París con Graedel, le dijimos que no se podía crear en España una federación de metalúrgicos con abogados,49 algunos de los cuales han sido tenientes de las fuerzas fascistas en España.

»No se nos quiso hacer caso. Posteriormente, hemos puesto toda nuestra alma en buscar una solución al problema. Por parte de la Comisión Ejecutiva de la Unión General se encontrarán todas las facilidades para resolver la papeleta, pero con una condición: ¡sin someternos a nadie! ¡En nuestra miseria mandamos nosotros!»

Max Diamant, no fue tan diplomático. Atacó la gestión de Tomás con la libertad que cualquier otro delegado, pero, eso sí, concienciado de venir en representación de la Federación de Industria más fuerte del mundo: el IG Metall. Max no es un militante internacional cualquiera, recuerda su pasado a la altura de muchos de los exiliados que le están escuchando: la represión fascista, la derrota de la guerra civil, los campos de concentración, el destierro… Max es uno de ellos. En definitiva, un hombre de acción. Pero su discurso es arrebatado, algo paranoico: intenta pasar facturas impagadas y eso le hace pisar muchos callos y olvidarse de la caballerosidad y nobleza que debe ejercer el más afortunado con el más débil.

«Yo os quiero recordar aquí dos hechos. En el año 1963, cuando, después de veinticinco años de paz de cementerio, la clase obrera dio señales de resistencia, nuestra organización decidió aportar a las víctimas de esas luchas en Asturias y Vizcaya cien mil marcos (…) Y un segundo detalle, para decíroslo claramente, es la máquina offset, que proviene de esa misma organización IG Metall. Organización que (…) ha sostenido frente a las posiciones vuestras en el ámbito internacional (…) posiciones muy diferentes de las vuestras. Eso no nos ha inducido a tener en ese sentido la estrechez de mente que estamos observando entre sus vuestros compañeros.

»Nuestro trabajo, desde la aparición masiva de obreros emigrados en Alemania, estuvo dirigido hacia esos obreros para mostrar con hechos, y por vez primera en esta forma en la historia del sindicalismo internacional, que —si un sindicato tan fuerte ya no tiene los problemas de obreros de un sindicalismo primitivo, como decía el compañero Arsenio, sí se está empeñando en utilizar sus medios para que una parte de esos compañeros, una parte de esos obreros puedan volver a sus países para prestar allá, en la medida que los aceptan, los conocimientos, las experiencias y, en la medida en que asimilan, lo que da la colaboración en organizaciones sindicales democráticas. Hacia sus propios países, hacia sus propias organizaciones sindicales».

Después niega que la UGT haya ayudado al IG Metall en la captación de afiliados españoles. Acierta en que la UGT no puede apuntarse esa afiliación masiva pero oculta dos cosas que él perfectamente sabe: casi todos los cuadros españoles importantes de ese sindicato son miembros o simpatizantes de UGT y, además, la buena evolución de la afiliación se debe a que en las grandes empresas donde son contratados esos españoles existe tal tradición sindical que habría pocos españoles capaces de negarle una cuota mensual al sindicato:

«En el último recuento, hemos tenido cien mil obreros extranjeros organizados en nuestro sindicato de un poco más de trescientos cincuenta mil obreros —inmigrantes en el sector—, era un promedio del veinticinco por ciento. Y entre esos obreros extranjeros los obreros españoles, y no por la ayuda de la UGT, en un porcentaje mayor del treinta por ciento, eran el primer grupo de los afiliados a nuestro sindicato.

»(…) Estoy hablando aquí no como un delegado fraternal (…) sino como uno que tiene interés en su trabajo no solamente como sindicalista alemán, como alguien que conoce los sufrimientos de ustedes y de nosotros en el pasado, que conoce el problema y por eso les repito: ¿qué han hecho? (…) una parte de la clase obrera española está aquí fuera, fuera del país, de la dictadura. Y ustedes, ¿qué han logrado en ese sentido?»

Luego tergiversa lo que es una crítica de la UGT a políticas interesadas por inmiscuirse en las decisiones de una organización hermana con un ataque a la labor que el IG Metall está realizando con los metalúrgicos emigrados:

«(…) Hasta están escritas en letras de molde en mociones en las que se decía que con dinero norteamericano y alemán se hicieron intromisiones en la sección española. La verdad es que nosotros, en la República Federal Alemana, hemos desarrollado un trabajo activo sindical: cursillos para enlaces, cursillos para compañeros en los consejos de empresa, cursillos para compañeros a fin de que puedan actuar como traductores o como oradores, cursillos para compañeros que ya entienden y ya pueden hablar en alemán, cursillos junto con nuestros compañeros alemanes, material de propaganda, folletos».

Pero el mismo, se traiciona y da por bueno que esa labor se orienta en un determinado modelo de sindicalismo, lo cual, evidentemente, es su legítimo derecho:

«(…) Algunos de ustedes han dicho: ¿pero qué es eso, que en los cursillos están impartiendo lecciones sobre la necesidad de un sindicalismo unitario? Sí, lo hacemos, lo hacemos, y os habla un sindicalista socialista desde su niñez, convencido de que una gran parte de nuestra derrota en Alemania vino de la lucha intestina en el movimiento obrero alemán. El Partido Comunista en Alemania entonces era bastante fuerte, y los dos partidos y las fuerzas sindicales actuaban unas contra otras. Eso trajo la victoria de Hitler. Esa es nuestra lección, y estamos haciendo, a base de esa lección, lo inverosímil por guardar la unidad sindical».

Finalmente, Diamant no se reprime en poner en duda las tácticas aliancistas de la UGT para derrotar a la dictadura. Obviamente, algo opinable pero poco correcto plantearlo en un congreso que acaba de aprobar esa resolución política democráticamente:

«Ustedes han tomado unas resoluciones. Les invito a que piensen en las consecuencias (…) Que eso no sea nada más que una salida táctica como decía el compañero Arsenio, porque de otra manera hay el peligro de que las organizaciones sindicales clásicas UGT y CNT sean desbancadas por el desarrollo que está en marcha. Piénsenlo bien. Yo espero de corazón que no se trate de una salida táctica, sino de decisiones de cambiar, de renunciar a muchas cosas que en el pasado eran muy dignas de ustedes, muy dignas de esa intransigencia a la que Arsenio aquí cantó un canto falso, porque, compañeros, intransigencia no corresponde a inteligencia en muchos casos. Espero que ustedes sigan esas resoluciones como una orientación de apertura».

La reacción de Pascual Tomás a estas palabras de Max Diamant fue muy clarificadora de todo lo que la dirección de la UGT había sufrido en los últimos años:

«Compañero Diamant, eres un invitado de la Unión General de Trabajadores, y sean cuales fueren las palabras que tú pronuncias, que has pronunciado, que puedan molestarnos, nuestra educación de dueños de la casa nos obliga a silenciarlas y por ello dejaré yo de contestar algo de lo que tú has dicho.

»Pero conviene tener en cuenta que las primeras palabras han sido para recordamos la ayuda económica que en 1962 prestaron a los trabajadores españoles en su lucha contra la clase capitalista. Mira Diamant, en el telegrama que la Comisión Ejecutiva de la Unión General puso a la CIOSL anunciando lo que sucedía en Vizcaya y en Asturias y solicitando la ayuda y solidaridad, pusimos un gran empeño en reclamar solidaridad moral; y se nos llamó desde Bruselas para decirnos que faltaba a esa llamada una palabra: solidaridad moral y solidaridad material. Y aceptamos el que se pusiera en la llamada al mundo la palabra de solidaridad material.

»Porque lo que nos importa a nosotros es que siendo vosotros, una organización de la CIOSL, y siendo la Unión General de Trabajadores fundadora de la CIOSL, en Alemania, estrechemos nuestras relaciones.

»(…) Y vosotros allí recibiréis  de parte nuestra, no órdenes, no consejos, sino orientaciones para la realización de una labor común.

»Y, seguramente tu palabra, ha ido más lejos que tu pensamiento, cuando de una manera airada, has levantado el brazo diciendo que lo que habéis hecho en Alemania lo habéis hecho sin el concurso de la Unión General. Has cometido un error imperdonable, querido Diamant, porque en 1962, la Unión General de Trabajadores, en nombre y representación de la CIOSL, hemos sido recibidos en Alemania por la dirección de la organización sindical alemana, del IG Metall, del Partido Socialista, de los dirigentes católicos, de los dirigentes protestantes. A todos y cada uno de ello hemos expuesto los fundamentos de la política de la UGT y no hemos recogido ni una sola vez una sola palabra en contra de esa política. Es decir, que ya cuando empieza la emigración, la Unión General va a llamar en Alemania a las puertas de todas las organizaciones sindicales, políticas, democráticas y culturales para que nos ayuden a nosotros a realizar, ¿qué?, a realizar que en cada sindicato de los establecidos en Alemania se pusiera una secretaría a la disposición de los trabajadores españoles, que cuando los trabajadores españoles presentaran sus quejas por incumplimiento de sus deberes, por parte de los patronos, la organización hermana nos ayudara.

»Pero, sobre todas las cosas necesitábamos de vosotros algo que es fundamental, Diamant, y que yo no debo dejar de decirte: nosotros teníamos un interés extraordinario en que viérais en cada uno de los trabajadores españoles paseando por las calles de Alemania a una víctima de la tiranía fascista y que recordarais que cuando en vuestro país hubo un Gobierno fascista, contribuyó a destruir las libertades españolas, y que esas víctimas que iban a pedir entrada en Alemania y un pedazo de pan, merecían de vosotros, además de la mano cariñosa para el trabajo, el cariño y la organización por sus condiciones de verdaderos refugiados políticos. Tu dices que vosotros, país en que habéis tenido grandes divisiones, habéis hecho la unidad y que mantenéis la unidad. Querido Diamant, yo te emplazo: el día que se marchen de Alemania ingleses, franceses y americanos veremos lo que dura vuestra unidad».

Arsenio Jimeno pide la palabra por alusiones y no deja sin contestación algunas de las críticas de Diamant:

«Muy pocas palabras. La hospitalidad es una virtud muy española. La hospitalidad que debemos a todo el mundo me inclinaría a sonreír, incluso afectuosamente, a ciertas apreciaciones que hayan podido sublevar mi ánimo. Diamant es un hombre que ha luchado con nosotros, es un hermano de combate, quizá tenga derecho a hablar como lo ha hecho. Lo que no tiene derecho es a cometer errores. Y el error puede hacer daño a quien es víctima de ese error, pero también al que lo produce. Hay un viejo refrán español que dice que hablando se entiende la gente; en mi tierra, incluso se dice que algunos matrimonios son felices si se conocieron tirándose piedras. No se trata de devolver pedradas, sino de aclarar intenciones.

»Nosotros le vamos decir al proletariado español que la unidad obrera es necesaria, que es imprescindible, que el capitalismo está unido, que nosotros debemos estar unidos y que la unidad no se hará con nuevas siglas ni con nuevas escisiones.

»Nosotros, si somos trabajadores, cómo vamos a ser partidarios de la división de la clase obrera, cómo vamos a ser partidarios de la pluralidad sindical. Nosotros lo que decimos es que en un régimen de libertad es muy difícil que haya sindicalismo único, que haya pluralidad sindical. Nosotros sabemos que hay quienes tienen una concepción sindical distinta a la nuestra. En la Unión General cabe todo el mundo, cualesquiera que sean sus ideas políticas o religiosas, pero si a pesar de eso entiendes que no debes de estar en la UGT, tienes que unir tu esfuerzo al nuestro, como uniremos el nuestro al tuyo federándonos o inteligenciándonos para paliar los daños que produce la división.

»Pero,¿es que la táctica es sinónimo de doblez, como lo has dejado entender, compañero Diamant? No. Si nosotros tuviéramos una concepción del sindicalismo como la tienen algunos sindicalistas americanos. Pero nosotros, somos un sindicalismo revolucionario y queremos alcanzar metas mucho más ambiciosas que una peseta más y una hora menos. Empleamos la táctica adecuada para conseguir nuestros fines revolucionarios. ¿Pero es que se nos va a reprochar que estemos contra el capitalismo? ¿Es que hoy es una vergüenza decir que el capitalismo es inhumano e injusto y que lo queremos eliminar para establecer el socialismo?

»(…) Si ello es una táctica, es una táctica perfectamente clara, empapada de sinceridad y no como sinónimo de doblez. Y, además, un sindicalismo que elimine de sus objetivos toda ambición de progreso, toda reforma de estructuras, habremos conseguido un sindicalismo enorme por su número, pero invertebrado, sin doctrina, con la energía de un flan. Pero, ¿es que se nos puede a nosotros exigir que renunciemos a nuestras ideas en nombre de no sé qué concepciones sindicalistas?

»Termino con un ruego: podemos discrepar como discrepamos en el seno de la Unión General de Trabajadores. Pero se debe respetar  la libre determinación de los trabajadores de un país. Si tenéis concepciones tácticas diferentes a las nuestras, no intentéis imponerlas apoyados en un poderío sindical que nosotros no tenemos. Eso no es solidaridad. Eso es contribuir a complicar el problema. Cree lo que quieras, pero si en España se quiere que haya un sindicalismo fuerte, potente, leal, tendréis, queráis o no, que ayudar a la Unión General de Trabajadores».

El adiós a un socialista republicano

El X Congreso fue el último de Pascual Tomás que celebraría como secretario General de la UGT. Pero otros miembros de la Comisión Ejecutiva tampoco acabaron su mandato.

Este Congreso, como todos, tuvo muchos movimientos entre bambalinas. Una nueva generación ya venía empujando fuerte, aunque no hubiese llegado el momento, aunque luego se precipitasen los acontecimientos como suele ocurrir frecuentemente en política.

Lo expondré desde mi perspectiva, alejada de las maquinaciones que se perpetraban sobre todo en el exilio francés y en España por jóvenes y menos jóvenes en torno al futuro de las organizaciones fundadas por Pablo Iglesias.

Tuve una relación de amistad con Miguel Armentia Juvete, uno de los más jóvenes de los «viejos de Toulouse» —55 años—. Vicepresidente de la UGT, era el enlace de la Comisión Ejecutiva con la UGT en Alemania. Siendo yo secretario del Comité de Coordinación tuve abundante correspondencia con él.

Trasladando el sentir de la UGT de Düsseldorf, tanto Llopis Brave como yo fuimos apasionadamente obstinados ante él, en defensa de nuestra tesis de que el X Congreso debía adoptar medidas personales importantes. Era necesario remozar los cargos importantes. Especialmente, insistíamos en la necesidad de liberar de la pesada carga al compañero Pascual Tomás por su delicado estado de salud que le impedía llevar a cabo las pesadas tareas que suponía largos viajes, semanas y semanas sin descanso para su enfermo corazón. En todo caso, podría pasar a ser el Presidente y, con ello, proceder ya a desdoblar los cargos de la UGT respecto a los del PSOE.50

Entonces, tanteamos si el propio Miguel Armentia Juvete estaba dispuesto y tenía posibilidades de ser el sucesor de Tomás, idea también compartida por otros militantes, al menos para una transición sin ruptura que pudiera tener el mayor consenso.

Armentia nos contestó contundentemente y parecía que había un plan muy claro, meditado y consensuado para descargar a Pascual Tomás de alguna de sus responsabilidades, pero de ninguna manera se pensaba en su sustitución:

«Lo de Tomás —su sustitución— es problema que no se planteará, con toda seguridad. Ya te lo expliqué, como a Llopis en contestación a una carta en la que  me hablaba de esa cuestión. La solución que te indiqué, es la más ventajosa de todas. Que tiene defectos es innegable; que antes había que haberse preocupado de esta cuestión es también evidente (…) El hecho es que nos encontramos con la cuestión a tres meses de plazo del congreso (…) Tomás no hará más que dirigir la secretaria repartida en dos vicesecretarias es decir sería el secretario general «honorario» o el jefe del Estado Mayor, si te parece. Las operaciones corresponde planearlas a la Ejecutiva y la ejecución incumbirá a esas dos vicesecretarias. ¿Y Tomás, para  qué?, podrás decirme. Pues… para evitar esa pequeña guerra civil dentro de la organización, para no dejarle tirado en la puñetera calle sin medio alguno económico y para ir preparando esa etapa de transición y de sustitución de él para otro congreso y no para este en el que la sustitución será demasiado brusca y muy poco conveniente; ni nacional ni internacionalmente nos conviene esa brusquedad».51

No contentos con esta respuesta seguimos insistiendo, pero pareció estar muy convencido de sus planteamientos que debían tener ya muy seguros los «viejos de Toulouse». Y esta vez sale la enfermedad de Tomás a colación:

«Me preguntas si Tomás dejará representarle en esas reuniones internacionales. Que nos deje o no es igual porque él no puede ir a todo eso, de modo que alguien tendrá que hacerlo (…)

»Por otra parte, él también ya está hecho a la idea de que será solamente el director de orquesta y no el ejecutante (…)

»Es cierto lo que tú citas: estando enfermo y habiéndoselo prohibido los médicos, se levantó de la cama para ir hasta Bayona a celebrar una reunión con los compañeros del interior. Puedo dar testimonio de ello porque fui yo quien le llevé con el coche. Y no es esa la única ocasión en que lo ha hecho. Pero, francamente, ya no está para hacer viajes al extranjero, ni para tomar parte en reuniones agotadoras, ni para asistir a reuniones nocturnas, no por agotamiento senil, sino a causa de su enfermedad. Dejarle hacer ahora no todo eso, sino una muy pequeña parte de eso, sería tanto como matarlo».52

Otro nuevo intento siguió sin convencer a Armentia de un  cambio de rumbo más contundente. Sigue apoyándose por activa y por pasiva en su contradictorio argumento de hacerle daño al Pascual Tomás:

«Pascual Tomas está enfermo y es posible que no pueda dedicarse plenamente a la organización, sino en la medida en que su enfermad se lo permita. Es un grave perjuicio y un handicap de importancia —no solo para la organización, sino también para él—; pero no podemos prescindir de Tomás.

»Por un lado, la situación económica en que este quedaría sin percibir el sueldo correspondiente, sería tan desastrosa que tendría que acabar en un asilo y enfermo sin poder cuidarse debidamente; el retiro de vejez que le queda —por no haberle asegurado la organización a su debido tiempo—, es tan ridículo que no le permite vivir, de ninguna manera. Por otro lado, dejarle ahora a Tomás fuera de la secretaría —podemos darle la impresión de que «ya no sirve para nada»— sería tanto como matarlo del disgusto. Tomás, que ha dedicado toda su vida a la organización, tampoco merece eso (…). No podemos prescindir de Tomás de la noche a la mañana para sustituirlo por un pichirichi cualquiera—».

Armentia sigue consecuente en su decisión de no presentarse a la Secretaría General:

«Yo no seré, pues, candidato a la secretaria de la UGT, a pesar de que recibo constantemente alientos, empujones y peticiones sinceras de buen número de compañeros y secciones. No seré candidato porque estoy convencido de las razones sobre la continuidad de Tomás, porque no exagero en eso de la guerra civil que su vacante provocará y de que esa continuidad de Tomás es la mejor solución de todas con todos los inconvenientes que pueda tener su enfermedad y el hecho de no poder dedicarse por completo a la organización (…) Esa opinión no es solo mía, sino que es compartida por todos los demás miembros de la Comisión ejecutiva —o casi todos ellos— (…) Creo que la reelección será segura. Además, Tomás esta en días de lenta pero firme mejoría; se ocupa ya de cosas de la organización —es él quien está confeccionando la Memoria para el congreso— y poco a poco irá haciéndose cargo de más cosas».53

Al fin, el X Congreso salió como dijo Armentia. Me alargaría mucho entrando en más detalles. Ya hemos visto lo magnífico que estuvo Pascual Tomás, dedicando sus últimas energías al buen desarrollo de este congreso. Pero los planes de la Comisión Ejecutiva —según Armentia, los de casi todos— tampoco salieron como habían soñado. Se acentuó la disidencia, se aceptó la reelección de Tomás al no haber otra alternativa democrática, ya que el voto del exilio era más numeroso. Pero, esta vez hubo algún que otro voto de castigo y más voces pidiendo devolver la dirección de la UGT al interior de España.54

Acabado, el Congreso yo disponía todavía de unos días de vacaciones que deseaba pasar en la región de Toulouse. Esto propició que pudiese pasar con Pascual Tomás unas horas en lo que sería —sin yo saberlo— mi despedida de este gran socialista.

Fue Miguel Armentia el que lo organizó todo. Debía llevar a Tomás a su casa en las cercanías de Toulouse —a la apacible villa de Saint Caprais— y teniendo él su domicilio en Tarbes —Altos Pirineos— me propuso ir con ellos y también con Ovidio Salcedo55 y Víctor Salazar56 que todavía se quedaban en Europa antes de volver a México.

Fue un viaje no muy largo pero muy agradable. Con Ovidio Salcedo, sin yo ni él proponérnoslo, me había enfrentado en el congreso que acabábamos de clausurar precisamente en el momento de la elección de la Mesa. Habitualmente, Rodolfo Llopis abría la sesión como presidente, sacaba un papelito, leía los nombres y los «viejos» aplaudían. Se hacía así porque en ese tema todos estaban de acuerdo. Pero llegado el X Congreso las cosas empezaban a ser de otra manera. La unanimidad ya no era tan clara. Por eso, a la candidatura del «papelito» se opuso otra que presentaron los críticos y en la que me metieron a mí como vocal por aquello de que hubiese alguien de la emigración. La intención no era ganar la votación pero si tantear la relación de fuerzas. Por otro lado, había otra intención más oculta pero no menos relevante. Queríamos romper con la incongruencia de que Ovidio Salcedo, que era un exitoso empresario en México, presidiera el congreso de un sindicato. No obstante, para algo ha de valer la astucia y experiencia de los dirigentes. Rodolfo Llopis no dejó que se entrase al trapo, tampoco podía cometer una ilegalidad, así que cogió ambas listas y propuso a los congresistas que se fusionasen las dos candidaturas, respetando eso sí la presidencia de Ovidio.

Obtuvo el efecto perseguido: entrar al comienzo de un congreso como aquel en una discusión de procedimiento hubiese sido totalmente contraproducente. Llopis fue preguntando uno por uno a los candidatos si quería estar en una Mesa de esas características. Uno por uno tuvimos que decir que sí o que no. Pero, en el ambiente ya quedó reflejado que algo se estaba moviendo para el futuro de la UGT.

Ahora íbamos juntos, Ovidio y yo acompañados de Víctor Salazar, Miguel Armentia 57 y Pascual Tomás, charlando cordialmente de las estupendas carreteras francesas, de las de México y de que lástima no poder pasar ya al otro lado de los Pirineos, teniendo tan cerca a España. Pero nos quedamos al lado de la cordillera; yo en Saint Ferreol junto a un lago precioso y el resto en los alrededores de Tarbes.

Recuerdo cuando dejamos a Pascual Tomás en su casa, llevando su cartera de cuero, con su andar de hombre ya cansado pero erguido, esbozando una leve sonrisa:

—¡Hasta luego, compañero Tomás! Le dije:

—¡Tenga Vd. cuidado con la compañía que son de los de armas tomar!

Entonces no podía ser consciente del momento. Tuve una inquietante sensación que más tarde comprendí: ¡Me despedía no solo de un importante personaje de nuestra historia sino de uno de los últimos representantes vivos del socialismo republicano!

Tomás dimitió de secretario general de la UGT a pocos meses de esta escena. Su alma no pudo soportar las exigencias de un batalla que pese a lo que dijera Armentia era difícil para cualquier mortal, contra la tormenta que se avecinaba, además de contra su corazón.

Hasta que se celebra el XI Congreso en 197158 la UGT estuvo en un verdadero huracán. Se quisieron arreglar muchas cosas que se habían cerrado en falso, pese a los planes que Armentia nos había vendido como la única solución para evitar la pequeña guerra civil. Ni siquiera existía un plan B. Ni vicepresidente, ni vicesecretario, ni unanimidad en la Comisión Ejecutiva. ¡No había sustitución operativa para Tomás! Si hubiese sido esa la voluntad, toda la Ejecutiva se hubiera puesto a trabajar en la buena dirección. Se hubiese podido nombrar una gestora con los más ilustres y capacitados. Todos lo hubiéramos entendido en aquellas circunstancias. Pero se optó por conseguir un pírrico apoyo del Consejo General de la UGT para que se nombrase a Manuel Muiño, secretario general de la UGT. Manuel Muiño fue un digno sucesor de Tomás. Intentó llevar el timón con la mayor firmeza. Pero los compañeros de Toulouse se enredaron en su propia trama.

Estos arreglos con parches de fontanero de aquello que necesita renovación, obra profunda, eficia y remate, lamentablemente son muy frecuentes en el panorama político español. Cuando los aparatos ejercitan esa política de las medias tintas para apuntalar el poder o a quienes están en el poder, se corrompe la política. Por principio no hay que tener miedo a los procesos abiertos y democráticos que propician el libre brotar de las mejores opciones.59

Al rato se quedó la Comisión Ejecutiva huérfana al dimitir Arsenio Jimeno, José Barreiro, Paulino Barrabés y Antonio García Duarte y ese fue el preámbulo del cambio que se produjo en el XI Congreso: ya no se eligió a ningún secretario general en el Exilio, por lo que la dirección pasó a ser compartida entre la organización de dentro y de fuera de España. Fue la única vez en la historia que un Congreso no aprueba la gestión de la Comisión Ejecutiva saliente. Hombres como Muiño, incansable trabajador, de esa trayectoria tan fiel a las ideas socialistas y de tan fuerte convicción democrática no merecían tener ese patético final político. Le honra que diera la cara en un congreso tan duro para él. Es posible que fuese un último servicio de coherencia. Es posible que fuese un homenaje a su predecesor Pascual Tomás. No sabemos, al menos yo no lo sé, que estaría este pensando, honradamente dimitido, detrás de las bambalinas y herido de mortal enfermedad.

Me quedo con esta reflexión: enfermedad, cansancio, falta de fuerzas, desapego a la prosaica lucha por el poder… pero también intención de abrir su sucesión, de no ponerle trabas a la continuidad, de entregar esa antorcha del último relevo. No sé si esto sería la idea pero los hechos así fueron: la UGT no tuvo ninguna ruptura importante y se enganchó al tren de la historia.

Tomás entregó así su honrosa herencia, diciendo: «¡vuestro turno compañeros!», con gesto elegante, leve sonrisa y la misma dignidad con la que había conducido su vida de socialista.


Notas:

1 FERGUSON, Niall. Politik ohne Macht. Das fatale Vertrrauen in die Wirtschaft. Deutsche Verlags-Anstalt. Stuttgart, 2001.

2 «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen y donde ladrones minan y hurtan, sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón».

3 «Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mammón». Mateo, 6: 24

4 Ya un coetáneo de Tomás, José Ortega y Gasset, expuso en La rebelión de las masas la existencia de individuos apolíticos, clientes de logros a los que ni siquiera han contribuido: «el hombre masa exige todos los beneficios y derechos de la sociedad, pero no está dispuesto a esforzarse por mantener los logros alcanzados. Se comporta como un niño mimado que todo lo exige, que de todo opina sin mayor conocimiento y que no reconoce el esfuerzo de quienes posibilitan vivir en una sociedad avanzada».

5 Ahora, este fenómeno contamina a dirigentes y a subordinados: abunda la banalidad, el cinismo y la irresponsabilidad y, como apunta Ortega: la inmadurez. Es frecuente toparse con culturas de patio de colegio, sin compromisos con la excelencia, el diálogo y la convivencia respetuosa. Hay mofa contra todos los que agrian la fiesta individualista. Ahora políticos y sindicalistas son los apestados sea o no sea justo.

6 La emigración a otros países europeos, a través del envío de remesas de dinero, fue fundamental para aportar divisas durante la década de los sesenta y setenta del siglo XX. Junto a la entrada de turistas, se equilibraba el déficit de la balanza comercial española y se saneaba la balanza de pagos.

7 Salvo contadas excepciones muchos exiliados españoles no pudieron ejercer su profesión en los países de asilo.

8 Los mercados consideran al emigrante solo como una mercancía más. ¡Allá se las apañe la sociedad de inmigración si el emigrante es un sujeto de derechos! Recordemos aquella frase del gran escritor suizo Max Frisch, sobre los emigrantes en la Europa de los años 60: «Pedimos mano de obra y llegaron personas» —“Wir riefen Arbeitskräfte, und es kamen Menschen”—.

9 Entre 1955 y 1973 —año en que se decretó el alto a la contratación de extranjeros— en Alemania había rotado unos 14 millones de emigrantes de distintas nacionalidades y retornaron a su país once millones. En 1960, los españoles eran unos 26.000; en 1965, llegaron a 183.000. Entre 1960 y 1973, casi 700.000 españoles habían entrado y salido de la RFA. Ahora viven allí 106.000 españoles algunos ya de segunda generación.

10 El socialista y expresidente del Gobierno de la República, Francisco Largo Caballero, también salió del campo de concentración de Oranienburg en Alemania, directamente para París.

11 Los nacionalsocialistas querían, además, prescindir de la mano de obra extranjera: su objetivo era la autarquía y la reducción del pago de divisas.

12 «En Mayo de 1944 casi un quinto de la mano de obra de la población civil ocupada en Alemania la componen obreros foráneos y prisioneros de guerra. El empleo de alrededor de 7,7 millones de extranjeros entre 1940 y 1944 compensaron cuantitativamente las pérdidas del Ejército alemán». BADE, Klaus  Jürgen. Deutsche im Ausland—Fremde in Deutschland: Migration in Geschichte und Gegenwart. C. H. Beck. Munich, 1992.

13 Estos temporeros solo tenía un objetivo salarial y no les interesaba nada más, ni siquiera si eran o no explotados. Las organizaciones del exilio español se acercaban a estos trabajadores unas veces con apremiante intención de protegerles y otras casi solo para denunciarles los males del régimen franquista. Es imaginable la nulidad de estas acciones.

14 Veáse: PÉREZ Jesús y otros. UGT y el reto de la emigración económica. Fundación Francisco Largo Caballero. Madrid, 2010.

15 La intención de esta iniciativa, refrendada por Pascual Tomás (UGT), Rodolfo Llopis (PSOE) y Manuel Garnacho (Juventudes Socialistas) era una coordinación de cara a la emigración como una acción, estrategia y plan común “UGT y el reto de la emigración económica”. PÉREZ Jesús y otros. UGT y el reto de la emigración económica. Fundación Francisco Largo Caballero. Madrid, 2010.

16 La UGT denunció una cláusula en el acuerdo sobre migración, contratación y colocación, firmado en 1960 por el gobierno de la CDU con el Estado Español, que instaba a las organizaciones sociales y religiosas españolas en colaboración con las organizaciones homologas alemanas a facilitar la adaptación de los trabajadores españoles a la vida alemana. La UGT dio en el clavo: de hecho la DGB tuvo que contrarrestar estos intentos de despolitización y de puenteo de la labor de los sindicatos alemanes.

17 CIOSL: Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres.

18 CISC: Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos.

19 No es justo afirmar que la UGT y Pascual Tomás viviesen  ajenos a esta evolución: en la cocina de la CIOSL había funcionarios ugetistas trabajando en las resoluciones de la CIOSL. Estos en contacto con la realidad procuraron que esta política se implementase —p. ej. la sección de UGT de Düsseldorf accedió a esas medidas de formación sindical de Bruselas y dispuso de un reproductor casete puesto a disposición por la CIOSL—. La DGB y especialmente el IG Metall ya realizaban  cursillos de formación. (Nota del autor)

20 La expresión viejos de Toulouse en el sentido de todo este relato es una simplificación semántica. No es ni peyorativo, ni definitorio de nada. Incluso puede interpretarse como un guiño compresivo y de afecto por parte del autor.

21 «Sin mendigar la liberación de mi patria, de ningún gobierno determinado, sigo creyendo que la política desarrollada cerca del general Franco por todos los gobiernos representativos de los pueblos que en 1945 ganaron la guerra contra el fascismo constituye no lo dude nadie el obstáculo más difícil de vencer para alcanzar la liberación del pueblo español». De ahí la insistencia mía de defender y propagar esta verdad. Pascual Tomás (1964).

22 Max Diamant, empezó en las juventudes comunistas de Alemania, fue con sus padres, en 1924, a la Unión Soviética donde entró en conflicto con el aparato de su partido. En 1927, con 19 años volvió a Alemania y se afilio al Partido Socialdemócrata. En 1933, bajo el gobierno de Hitler empezó su largo exilio, en Estrasburgo y en París, luego la Guerra Civil española y después compartió en Francia campos de concentración con españoles y alemanes antifascistas. En 1942, huyó a México donde permaneció hasta después de la II Guerra Mundial, siendo luego corresponsal para la prensa sindical alemana y del SPD. En 1962, volvió a Alemania para hacerse cargo en el IG Metall del Departamento de Trabajadores Extranjeros. Falleció en Fráncfort en 1992.

23 Daniel Benedict, neoyorquino de nacimiento, tuvo una vida sindical y política muy activa en diferentes organismos internacionales. Fue secretario general adjunto de la FITIM. En 1977, se instaló en Canadá y trabajó en la Federación de Trabajadores del Automóvil adquiriendo finalmente la nacionalidad canadiense. Falleció en Ottawa en 2003.

24 Hans Mattöffer, sindicalista y diputado federal, llegó a ocupar altos cargos con el canciller Willy Brandt y varios ministerios con el canciller Helmut Schmidt. Sentía una peculiar pasión política por España —en el Bundestag se le conocía como el diputado por Barcelona—. Fue editor y mecenas de la revista Exprés Español que se publicaba en Fráncfort. Durante muchos años veraneaba en Gran Canaria donde hizo muchos amigos: Antonio Aguado, histórico del PSC y de la UGT, cuando fallece Matthöfer en noviembre de 2009, recuerda que: «Hans fue fundador de la agrupación socialista de San Bartolomé de Tirajana».

25 Entre los exiliados españoles me encontré con opiniones variopintas sobre la unidad de la izquierda en la Guerra Civil. La falta de unidad como causa absoluta de la derrota republicana es cuestionable. Aparte de  la ceguera de las democracias europeas, hubo de todo, pero algunos decían que más que falta de unidad fue falta de recursos,  de armamento idóneo, incluso la falta de disciplina. Y, también, que algunos no comprendieron que primero era la guerra y después la revolución y no ambas cosas a la vez. (Nota del autor)

Creo que es un concepto que a veces desde nuestras posiciones tácticas o estratégicas tendemos a desfigurar. La unidad es siempre eficaz cuando se trata de dar un golpe concreto certero, cuando es para potenciar el compañerismo y la solidaridad. Pero asesina la democracia cuando la unidad se confunde con la uniformidad. (Nota del autor)

26 Arsenio Jimeno, fue dirigente destacado de la UGT y del PSOE. Amigo de Pascual Tomás, siempre mantuvo una postura leal pero crítica a sus políticas y a las de Rodolfo Llopis.

27 Altos funcionarios del aparato de la CIOSL junto a los Sindicatos americanos de la AFL CIO presionaron para propiciar la unidad sindical, eso sí, sin los comunistas. Lo peor es que algunos no descartaban una posible colaboración con los sindicatos verticales de la Falange. Así, el régimen de Franco lograría cierta aceptación mundial con un lavado de cara.

28 Georg Meany el poderoso dirigente de la AFL CIO presionó a los sindicatos europeos para que fuesen menos agresivos con la política estadounidense y abandonase la política de contacto con los sindicatos del Este de Europa. Como no le hicieron caso, redujo su contribución al Fondo de Solidaridad Internacional por opinar que este apoyaba a movimientos sindicales comunistas. (¡Cómo la UGT de España!) Finalmente en 1969 la AFL-CIO abandonó la CIOSL por su anticomunismo y su apoyo a la política exterior del gobierno norteamericano de turno. La central norteamericana volvió en 1982, al suavizarse la guerra fría.

29 Andaluces procedentes del campo, pero también castellanos, madrileños, catalanes…, un estudiante de medicina que intentaba ahorrar para acabar la carrera, un vasco bastante radical y hasta un par de anarquistas de la CNT; un marroquí descontento con su Rey, un periodista represaliado de Tetuán que trabajaba de metalúrgico, un alemán excombatiente de la República y Adolfo Llopis Brave, barcelonés, empleado de la DGB. Merece especial mención el extremeño Eustaquio Chamizo, un maestro represaliado por Franco y que faltándole poco para la edad de jubilación, acarreaba barriles en una fábrica de cerveza de Düsseldorf para obtener el derecho a una pensión que le negaban en España.

30 Heinz Richter, dirigía el departamento de organización de la DGB y desde ahí también de la sección de trabajadores extranjeros. Richter era estricto defensor de la solidaridad con UGT y del respeto a las decisiones democráticas de la Comisión Ejecutiva de Toulouse.

31 El País: 20 de septiembre de 2012

32 En un reportaje fotográfico del diario Düssedorfer Nachrichten, del 22 de febrero de1965, queda patente el forcejeo de los manifestantes con la policía alemana y son perfectamente identificables los militantes comunistas españoles que nosotros conocíamos de otras manifestaciones organizadas legalmente con todos los grupos antifranquistas. La intención de provocar era bastante obvia.

33 Don Quijote de la Mancha, I parte. Capítulo IV. Miguel de Cervantes

34 Don Quijote de la Mancha II parte. Capítulo XLV. Miguel de Cervantes

35 El mote de el huevudo se lo pusimos los amigos a Llopis Brave por su personalidad de hombre tranquilo, metódico, reflexivo, frente a la fogosidad, espontaneidad e impaciencia de muchos de nosotros. Alguien, indudablemente, se lo había chivado a Tomás.

36 Lo de la entrevista con Kennedy es solo una licencia poética de Pascual Tomás. En realidad, en mayo de 1961, siendo todavía muy joven el mandato de Kennedy, el secretario general de la UGT estuvo en Estados Unidos y fue recibido al más alto nivel posible entonces para lo que representaba realmente la UGT, aunque iba en nombre de la CIOSL-CISC: Se entrevistó con los departamentos de la administración americana de Exteriores, Justicia y Trabajo, con el senador Hubert Humphrey,  con el subsecretario de Estado,  Alexis Johnson y con el asesor de Kennedy, Arthur Schlesinger.

37 Era un hecho comprobado que la OSO (Oposición Sindical Obrera, comunista) intentaba aprovecharse de nuestra influencia en las organizaciones sindicales alemanas, infiltrándose en la UGT para sus actividades. Uno de los que andaba a caballo entre el PC y la UGT era precisamente este “ciudadano” llamado Arcadio que finalmente marchó a España a luchar por el PCE en la clandestinidad.

38 Le Socialiste, 19 agosto  de 1965.

39 Ibídem.

40 Me tomo la licencia de contarme entre ellos, aunque no era esa la imagen que yo proyectaba entonces considerada demasiado reformista, precisamente por aquellos que, sin yo moverme de plaza, a la hora de la verdad, me pasarían por la derecha.

41 Le Socialiste, 19 de agosto de 1965.

42 Le Socialiste, 15 de agosto de 1968.

43 Le Socialiste, 22 de agosto de 1968. 

44 Le Socialiste, 15 de agosto de 1968.

45 Un extenso resumen del debate se recoge en el número 340 de Le Socialiste, 22 de agosto de 1968.

46 Es posible que a Max Diamant y a Daniel Benedict le moviesen motivos muy estimables; Pero el pluralismo sindical no excluye el objetivo de unidad aunque en España también era necesario el oportuno proceso. El hecho de creer conocer muy bien a España y el idioma español les equivocó en el análisis de por donde iban las claves de futuro de nuestro país.

47 Pascual Tomás utiliza este ejemplo intencionadamente, puesto que Benedict era norteamericano.

48 Adolph Graedel era el Secretario General de la poderosa FITIM

49 Se refiere a la ASO que tuvo cierta actividad en España desde 1962 hasta 1966, en el sector metalúrgico, con mucha capacidad de propaganda, pero quizás tenia razón el profesor Tierno Galván cuando calificó a la organización de entelequia. Se comentaba que en  ella abundaban los licenciados en derecho y escaseaban los currantes. Finalmente, en plena evolución sindical en España desapareció y después…nunca más se supo.

50 Desde 1956, el presidente de la UGT había sido Rodolfo Llopis a la vez Secretario General del PSOE.

51 Carta de Armentia Juvete a José María Arche, 12 de abril de 1968. Archivo personal del autor.

52 Carta de Armentia Juvete a José María Arche, 19 de abril de 1968. Archivo personal del autor.

53 Carta de Armentia Juvete a José María Arche, 27 de marzo de 1968. Archivo personal del autor.

54 El propio Miguel Armentia tuvo dificultades para salir elegido como Vicepresidente  con suficiente número de votos.

55 Ovidio Salcedo, fue amigo íntimo y seguidor de Indalecio Prieto. En el exilio de México debido a su talento comercial se hizo empresario y amasó una importante fortuna. Esto no quebró su firme convencimiento socialista. Militó en las organizaciones socialistas en el exilio, y financió algunas de sus actividades. Como muchos de los socialistas republicanos se opuso a la “renovación” del PSOE y de la UGT. Contribuyó a la repatriación a España del archivo histórico de Indalecio Prieto, del que había sido depositario. Murió en México a la edad de 97 años  el 30 de septiembre de 2008.

56 Víctor Salazar, exiliado en México, íntimo de Ovidio Salcedo fue seguidor y amigo de Indalecio Prieto de quien, durante la guerra civil, fue secretario en el Ministerio de Defensa Nacional. También alcanzó un buen nivel profesional en el país de acogida pero se mantuvo fiel a la UGT y al PSOE en el exilio. Tras la escisión de 1972, fue elegido secretario general del PSOE (Histórico) en 1974. En 1987 participó en la constitución de la Fundación Indalecio Prieto, donde están depositados los archivos de Indalecio Prieto y Rodolfo Llopis. Falleció en Tecate el 15 de febrero de 1988.

57 Miguel Armentia, pese a su cercanía con la renovadora UGT de Alemania, no secundó la innovación. Tras la escisión de 1972 formó parte del PSOE (Histórico) en su Comisión Ejecutiva desde 1972 a 1976 y de la Comisión Nacional de Conflictos entre 1972 a 1974. Falleció en Tarbes el 5 de junio de 1976 a consecuencia de las heridas sufridas en un accidente de circulación al desplazarse desde Tarbes a Toulouse.

58 Lamentablemente, de lo  que ocurrió antes de ese Congreso y en la celebración del mismo poco puedo contar porque me lo perdí debido a mi estancia en España por el fallecimiento de mi padre.

59 Las organizaciones políticas necesitan además de cualificación y capacitación de sus cuadros una sólida formación y convencimiento ético. Las prisas y el retorcimiento en la toma de decisiones, tanto de modelos democráticos como de selección de personas idóneas abocan fácilmente en la estrechez de miras y en chapuzas políticas creadoras siempre de cabos sueltos.

Fuentes primarias, documentales y bibliográficas

Fuentes primarias

Archivos privados:

Fundación Francisco Largo Caballero

Fundación Pablo Iglesias

Publicaciones periódicas:

Düsseldorfer Nachrichten 

El País

El Socialista

Le Socialiste

El Metalúrgico

Artículos:

FRISCH,  Max: Prólogo de Siamo Italiani: Alexander J. Seiler. Zurich.1965.

GUEDE, Araceli y GARCÍA DE BLAS, Elsa: “Políticos y ciudadanos alaban la generosidad política de Carrillo”. El País. Madrid, 20 de septiembre de 2012.

Bibliografía:

FERGUSON, Niall. Politik ohne Macht. Das fatale Vertrrauen in die Wirtschaft. Deutsche Verlags-Anstalt. Stuttgart, 2001.

ORTEGA Y GASSET, José. La rebelión de las masas. Madrid, 1929. 

MARTÍN NÁJERA, Aurelio. Diccionario biográfico del Socialismo español (1879-1939). 2 vols. Fundación Pablo Iglesias. Madrid, 2010.

BADE, Klaus  Jürgen. Deutsche im Ausland—Fremde in Deutschland: Migration in Geschichte und Gegenwart. C. H. Beck. Munich, 1992.

PÉREZ Jesús y otros. UGT y el reto de la emigración económica. Fundación Francisco Largo Caballero. Madrid, 2010.

MATEOS, Abdón: Historia de la UGT. Contra la dictadura franquista 1939-1975. Siglo XXI. Madrid, 2008.

ORTUÑO ANAYA, Pilar. Los socialistas europeos y la transición española (1959-1977). Marcial Pons. Madrid, 2005.

ALTED, Alicia y otros. El sindicalimo socailisgta esapañol. Aproximación oral a la historia de la UGT (1931-1975) Fundación Largo Caballero. Madrid, 2010.

FRANCO, Nuria y otros. 20 años avanzando en libertad (1976-1996). Fundación Largo Caballero. Madrid, 1996. 

CERVANTES SAAVEDRA. Miguel de: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. 1ª y 2º parte. Madrid, 1605, 1615.

Pascual Tomás Taengua
(1893-1972)