Colección Memoria de Hierro

El régimen del terror

El Noroeste, 14 de febrero de 1918

Desde que se declaró la huelga en las fábricas de pólvora de Cayés y Santa Bárbara, los obreros organizados de Lugones, o por lo menos aquellos que con entusiasmo defienden la organización vienen siendo constantemente víctimas de atropellos por parte de la guardia civil. Cuando la huelga que citamos más arriba, no podían circular por la carretera los huelguistas ni sus representantes; durante la huelga de agosto, tuvieron que esconderse, y ahora, días pasados, al declararse la huelga en «La Industrial», el presidente de la sección metalúrgica, compañero Antonio Fernández, le pegaron una soberana paliza y le dijeron que si no se marchaba de Lugones, acabarían con él.

Como en Lugones se pretende por lo visto implantar el régimen del terror, el Sindicato Metalúrgico, harto ya de reclamar a los distintos gobernadores que pasaron por esta provincia sin ningún resultado positivo, he dirigido al presidente de la Unión General de Trabajadores y exdiputado socialista, la siguiente comunicación:

«Compañero Pablo Iglesias.

Madrid.

»Querido amigo: Me tomo la libertad de molestarle para darle cuenta de los atropellos que la guardia civil viene cometiendo en Lugones con pacíficos compañeros que no cometen más delito que el de ser decididos defensores de la organización obrera.

»Empezó la guardia civil a maltratar de palabra y obra a todos cuantos por allí circulábamos cuando se declaró la huelga de Cayés, de la que usted tendrá conocimiento por haberme ocupado de ella en nuesra prensa con alguna extensión; siguió después cuando la huelga de agosto y tan bien se encuentran estos señores dando palizas, que por la cosa más insignificante se lían a vergajazos con los más significados en la organización.

»Uno de los que con más saña persiguen es al presidente de la sección de este sindicato, compañero Antonio Fernández, quien no puede librarse de los golpes, pues por estar cojo le es imposible correr, única forma de que no le maltraten.

»Días pasados le dieron una soberana paliza sin que pueda explicarse nuestro compañero a qué obedeció, y le dijeron que si no se marchaba de Lugones iban a acabar con él. Por denunciar sus ‘heroicidades’ en la prensa preguntan por mí con mucho interés, y son muchos los compañeros que tienen que ir a sus casas, si les coje la noche fuera, atravesando campos por no encontrarse con los del benemérito cuerpo. En fin, el verdadero régimen del terror.

»Deseamos que usted llame la atención del ministro correspondiente por si pueden corregirse estos atropellos.

»De usted y de la causa

»Wenceslao Carrillo (secretario)

»Gijón, 12-2-18»

Lo que queda relatado es lo que está ocurriendo en un pueblo industrial que explota de distintas formas don José Tartiere, el hombre «liberal», el hombre «demócrata», el francófilo «enragé» por… los miles de pesetas que está ganando a costa de la guerra europea, en la que se juega uno de los principales papeles su país natal, la Francia gloriosa de la revolución, la que conquistó los derechos del hombre, esa Francia en la que, la inmensa mayoría de los trabajadores españoles tenemos puesta nuestra vista clamando por su triunfo.

Y el señor Tartiere, para agradecernos esta admiración que sentimos por su patria, lanza a ciertos obreros a la miseria y los coloca enfrente de la guardia civil para que ésta se encargue de ahogar los gritos de renovación que pugnan por salir de nuestros pechos.

En el pecado llevarán la penitencia.

Wenceslao Carrillo Alonso-Forjador
(1889-1963)