El día 1º de mayo de 1939 aún estaba en el campo de concentración de Túnez, en Orán. Los miembros de la Comisión Ejecutiva y del Comité Nacional, unos, diseminados en diferentes poblaciones de Francia, y otros, como Vega, Claudina, Pérez, Zabalza, quedaban en España, perdidos entre los millones de prisioneros que la traición entregaba inermes al verdugo.
Ha pasado otro año. La situación general de los afiliados a la UGT casi no se ha modificado. Cerca de tres años, los que estaban en las provincias que ha dominado Franco, después de la sublevación, fueron los primeros en conocer el latigazo de su crueldad: deshechas las organizaciones, encarcelados y fusilados los hombres más destacados.
Para todos éstos, la esperanza del triunfo de la República significaba la ilusión de ver liberada a España y reconquistados los sindicatos.
Este 1º de mayo será evocado por los que sufren en las cárceles de España arrojados por Franco, entregados a él por la traición, y mantendrán la esperanza del triunfo, pese a que muchas veces el escalofrío del peligro de ser fusilados contraiga sus nervios. Primero de Mayo evocado en los campos de concentración de Francia por los republicanos españoles, maltratados y mal atendidos, entre los que se encuentran tantos afiliados a la UGT, que esperan llegar a países donde recobren su libertad.
Estos recuerdos golpearán sus conciencias, despertando su sentimiento de clase, y todas estas vicisitudes y amarguras no podrán extinguir la fe y el cariño hacia nuestra central sindical.
Desde México, que nos ofrece su hospitalidad, y al amparo de la acogida de la CTM1, la Comisión Ejecutiva de la Unión General de Trabajadores edita su primer Boletín, tomando como punto de partida esta fecha tradicional por la que se patentizaba en España el desarrollo ascendente de la Unión General de Trabajadores.
Desde muy niño, cogido de la mano de mi padre, he asistido a los primeros actos que se celebraron en Primero de Mayo. A través de la distancia que nos separa de aquellos días, no recuerdo la fecha en que asistí por vez primera a los Jardines del Buen Retiro, en donde hoy se alza el Palacio de Comunicaciones, y en donde oí a Pablo Iglesias, cuya cabellera aún no se había teñido de blanco.
Mi padre, como tantos hombres modestos, pero necesarios, pegaba fajas en El Socialista, después de salir de su trabajo. Eran los días de penuria y escasez, en que todo el esfuerzo era indispensable. Del mismo tiempo que Vicente Barrio, y cuando aún Caballero trabajaba en su oficio de estuquista. Trabajo de titanes, satirizados despreciativamente, luchaban entre la incomprensión de los trabajadores y en medio de las persecuciones de las autoridades y de la clase patronal.
Una propaganda difícilmente conseguida, pero centrada en los límites marxistas -los textos de Lafargue, Marx, Engels, se repartían en folletos y se divulgaban en los discursos-.
Calle de la Bolsa, Relatores. Sindicatos poco nutridos. Locales reducidos; pero el entusiasmo encendido de los más convencidos suplía esta pobreza y lo exigüo de los
recursos con que contaban. Sus hombres, multiplicándose, aparecían al exterior con un volumen y una fuerza agigantados.
1908. Calle Piamonte. Traslado de los sindicatos domiciliados en la calle de Relatores, solemnizados por una manifestación que acreditaba el progreso de nuestra central sindical. Y toda esta obra ascensional culmina en 1936 con centenares de casas del pueblo, cooperativas, grandes federaciones nacionales de industria y con un poder político en España. Es el saldo de los esfuerzos de los hombres que desde la dirección y desde el anonimato crearon una organización de un millón setecientos mil afiliados.
La UGT, dirigida e inspirada por doctrinas socialistas, obligó a los anarquistas a rectificar su organización de grupos, constituyendo sindicatos de oficio. Luchas enconadas aumentan las dificultades de su desarrollo, llegando a sentirse el dolor por el sacrificio de hombres abnegados que caen por el furor y la pasión.
1921. No ha sido perdida toda la propaganda marxista. El fracaso de la Primera Internacional impele a separarse a quienes ven que la dirección de la UGT no marcha por el rumbo inflexible de sus primeras doctrinas. Surge un nuevo sector político, que lucha ante la fuerza de la UGT y el crédito de los hombres que dirigen el Partido Socialista.
1936. Ya no existen en España más que dos centrales sindicales: CNT y UGT. Los comunistas se incorporan a nuestra organización, que por su tradición marxista, su lenguaje y sus procedimientos, les son comunes.
La UGT ya no tiene su carácter unilateral socialista. Sindicatos de oficio y Federaciones Nacionales, Comité Nacional y Comisión Ejecutiva de la UGT, están representados por hombres de estas dos tendencias. Una acción crítica va descubriendo a los que siguen la línea revolucionaria de nuestra organización, inspirados en un sentimiento marxista intransigente, y a los que, aunque definidores de nuestro contenido filosófico, se muestran oportunistas y la desvían de la conducta férrea que inspiraron los primeros hombres de la UGT.
Basta recordar esta línea para que el celo y la lucha por la dirección no se manifieste con apasionamientos y con querellas divisionistas. Hoy nadie puede sentirse, por su tradición, por su historia personal, con derecho a preferencia en la UGT, organismo vivo y fuerte, que puede soportar la crítica de su dirección. La conciencia proletaria y de clase de sus afiliados es bastante madura para que desde la base se cuide y se respete su contenido revolucionario.
La UGT desde su nacimiento, no ha pasado por el trance doloroso y amargo que hoy padecemos. Fuera de España, con la vista fija en nuestro país, estos recuerdos confortan y despiertan en nosotros el ansia de seguir trabajando. Los hechos que nos han conducido a esta situación son tan fuertes, que obligan a repasar conductas y a conocer quiénes han salido fortalecidos de esta prueba. No importa no ser comprendido, como no lo fueron en su tiempo los primeros luchadores que forjaron este organismo, que en nuestra España fue lo más, y en el área internacional, una de las organizaciones más perfectas. El mérito consiste en saber mantener de manera inquebrantable el patrimonio revolucionario de nuestra organización, escuela en la que se forjaron muchas voluntades perdidas en el sacrificio y por las leyes inexorables de la vida, única circunstancia que consideramos posible para desintegrarnos de nuestro deber y de nuestra organización. Los otros, los que se pierdan por su debilidad o por su traición, aunque hoy crean en la ficción de su crédito pasado, podrán constatar, el día de nuestro regreso a España, que las masas populares difícilmente podrán olvidar lo cruento de su última lucha, demostrándoles que no en vano se les dio un sentimiento revolucionario, que únicamente podrá salvar a los que sinceramente los sientan.
NOTA:
1 Confederación de Trabajadores Mexicanos