Colección Memoria de Hierro

Ante posibles maniobras

El Trabajo, mayo de 1932

Si se confirman los anuncios que lucieron recientemente los partidarios de la acción directa, el Primero de Mayo de 1932 puede resultar accidentado en algunas localidades donde contamos con fuerzas organizadas. Esto no restará importancia al paro general, que tuvo en años anteriores manifestaciones tan espléndidas como sensatas.

Pero el solo hecho de que no se hayan desmentido estos propósitos nos hace pensar en la finalidad que puedan perseguir los que parecen dedicados a perturbar la vida de nuestras organizaciones.

Si la significación de la Fiesta del Trabajo fuese la de demostrar nuestra conformidad con el régimen capitalista, quien la perturbara sería díscolo en el procedimiento; pero explicaría su actitud diciendo que los trabajadores no deben cesar en la lucha emprendida contra el régimen social que les explota.

Cuando las banderas de la paz que tremolamos se hubieran convertido en estandarte de guerra imperialista, tendrían razón nuestros adversarios para hacer saber a los trabajadores que en España es mediante el trabajo inteligente como puede levantarse nuestra economía.

En el caso de ver que alguna de nuestras conclusiones implicara rectificaciones tales que demostrasen el cambio de frente en las luchas contra la burguesía, tendrían razón para censurarnos, por olvidar ideas que hasta ahora fueron caras al movimiento socialista de nuestro país.

Tendrían explicación ciertas actitudes si, en la pugna de nuestros campesinos por su mejoramientos, se viese a la burguesía transigiendo con mejoras tan esenciales a su vida presente como son los contratos colectivos de trabajo, que representan el mínimo de sus justas aspiraciones actuales.

Nos veríamos apurados para defender la posición de nuestro movimiento si el Partido Socialista hubiera faltado a sus compromisos con la opinión pública, convirtiendo las posiciones políticas que ha conquistado en instrumento de tiranía, como hicieron los enemigos del pueblo en todas las épocas.

La manifestación de hoy no puede significar aprobación de cuanto tiene de condenable la sociedad burguesa, que por su brutal organización materializa todo cuanto interviene y crea estados pasionales en la conciencia de las gentes que en ocasiones terminan con la guerra y a veces con atentados que nos privan de concursos muy valiosos para el porvenir de nuestras ideas. Dar conciencia de clase a los trabajadores que todavía carecen de ella es una de las misiones principales de nuestra organización, y no es justo quien actúe en contra suya, como no lo haga sumido en la más penosa ignorancia.

Ha conquistado España una situación política en la que cada día se acusa con mayor relieve su deseo de mantenerse en paz con los demás países, y hasta renuncia expresamente a la guerra como medio de política nacional. Cuando los trabajadores conscientes ayudan a sostener el nuevo régimen, actúan de acuerdo con sus ideales pacifistas.

La burguesía nacional de nuestros campos trata con singular dureza a los trabajadores que por primera vez pudieron organizarse para la mejor defensa de sus derechos. Distraer a estos compañeros en luchas fratricidas de apariencia más o menos radical será muy efectista pero carece de eficacia para ellos y dificulta nuestras relaciones de compañerismo.

Vivimos ocho años en el estado más indigno que puede ofrecer un pueblo, y cuando se ha conquistado la libertad compatible con el régimen democrático en que nos encontramos, no faltan quienes trabajan en la sombra por hundir cuanto antes esta República que todavía no es la que nos ha de redimir como explotados.

Conscientes o no de lo que hagan, los que proceden ahora con cierta agresividad contra el nuevo régimen sirven los intereses de los enemigos de la libertad, y no queremos que los compañeros de esta sociedad sirvan de comparsa a elementos irresponsables que, so pretexto de un revolucionarismo no demostrado hasta ahora, pueden debilitar nuestra fuerza moral con su conducta y favorecer a los capitalistas más reaccionarios.

Si se nos invita al desorden, debemos rechazar tal sugestión. Si se intenta deslucir nuestros actos de hoy, hay que responder con la serenidad y buen sentido que son el exponente más estimable de la organización obrera a que pertenecemos.

Anastasio de Gracia Villarrubia
(1890-1981)