Colección Memoria de Hierro

VI Conferencia Internacional de la Edificación

El Trabajo, 1 de agosto de 1924

Se ha celebrado en Estocolmo la reunión ordinaria de la Federación Internacional de la Edificación.

Han estado representados diez y nueve países, y en las deliberaciones de esta asamblea tomaron parte treinta delegados.

Figuraban en el orden del día asuntos de cierta trascendencia para la vida de la Federación, tanto desde el punto de vista administrativo como en el relativo a sus relaciones con las federaciones nacionales que solicitaban ingreso. También había problemas reglamentarios que debían resolverse, y en los cuales estaba interesada alguna sección nacional. 

Merece señalarse, con preferencia, la extensa y bien documentada información que ha proporcionado a los delegados el compañero Jorge Kappler en la hermosa oración pronunciada en la primera parte de los trabajos de la conferencia.

El asunto capital sobre el que ha girado su discurso ha sido la enumeración detallada de los incidentes que han producido en algunos países las escisiones provocadas por los compañeros que han adoptado el sistema de lucha preconizado por la Internacional Sindical de Moscú.

Las naciones donde nuestra táctica ha ganado definitivamente la conciencia de los trabajadores acusan un estado de fortaleza en las organizaciones sindicales, que permite ver con confianza las mayores audacias que se advierten en la actualidad entre la clase patronal internacional.

Hechos de cierta significación, y que suministran provechosas enseñanzas, son los asaltos repetidos que ha dado la burguesía belga contra la jornada de ocho horas. Esta campaña no ha dado a sus instigadores los resultados que pretendían, porque la organización obrera tiene influencia bastante para impedirlo, en los organismos llamados a resolver definitivamente sobre el particular.

El gesto de los trabajadores de la Edificación en Inglaterra, declarando la huelga cuando los patronos se disponían a dar principio a un locaut, muestra con cierta claridad que una organización nacional que cuenta con más de medio millón de militantes disciplinados no necesita de exaltaciones radicales cuando llega la hora de resolver alguna ofensiva contra sus mejoras.

Algo distinto sucede en Alemania y no por culpa de los trabajadores.

Sabido es que las clases patronales de algunas industrias han conseguido autorizaciones que permiten prolongar la jornada por encima de la legal de ocho horas.

Por lamentables que sean las consecuencias que cause este momentáneo alto en la marcha ascendente del proletariado alemán, el secretario de la Internacional ha expresado su confianza en el porvenir de la organización, que tanta influencia tuvo en tiempos menos difíciles.

Las situaciones de miseria a que dan lugar las crisis del capitalismo crean en una parte de la clase desheredada un estado alterno de desesperación o pesimismo, que hace posible el entronizamiento de las formas sociales más reaccionarias.

No puede negarse que la actuación comunista en Alemania también ha facilitado en parte el triunfo patronal.

Se ha discutido ampliamente la petición de ingreso que hacían las federaciones de la edificación de Rusia y Noruega.

Sobre la organización rusa se había encargado al secretario una información personal que ha llevado a efecto hace pocos meses. 

El documento publicado con motivo de este viaje sugiere bastantes consideraciones en relación con las condiciones materiales de existencia de los trabajadores de la Edificación. Cualquiera que sea el juicio que nos merezca la revolución en lo que hace al proletariado, y por imperiosas que sean las causas que hacen posible tal estado de cosas, la impresión recibida por el visitante es de las que llevan a la convicción de que la clase obrera rusa debe continuar trabajando por el mejoramiento de su situación.

En cuanto a la situación material de aquella organización, Kappler ha comprobado una reducción considerable del número de adheridos. La explicación de este hecho se encuentra, según los compañeros informados, en el constante cambio de oficio a que se ve obligada una parte de la clase obrera de la Edificación.

El funcionamiento interno, así como la reglamentación en vigor para el desenvolvimiento de relaciones entre patronos y obreros, no difiere gran cosa de la establecida en otros países. 

Por las constantes campañas de prensa desarrolladas en varias naciones, cuyos textos se han utilizado en el curso de la discusión, se puede comprobar que, lejos de modificarse la actitud de los elementos directivos de la organización obrera de Rusia, como deseaba la Conferencia de Viena en 1922, se ha agudizado notablemente.

Varios delegados han defendido criterios distintos en cuanto a la admisión de la Federación rusa. La creciente influencia del capitalismo en Oriente, cuyas ambiciones materiales contrastan brutalmente con las ansias de emancipación de los trabajadores, constituye una realidad que la conferencia no puede desconocer. El proletariado ruso necesitará, en su lucha contra el enemigo común, del apoyo y la experiencia de los compañeros de Occidente, a la vez que éstos tendrán una lección provechosa en las incidencias pasadas y futuras que proporciona aquella revolución. Tal es el pensamiento de los compañeros que defienden la admisión.

El razonamiento de los que sostienen criterio opuesto, puede resumirse de este modo: la Conferencia de Viena estimaba que para entrar en negociaciones con la Federación de la Edificación de Rusia era condición indispensable la suspensión de toda violencia de lenguaje contra los representantes de nuestras organizaciones.

Si esto no se ha conseguido, y no por culpa nuestra, hay un estado de ánimo, por ambas partes, que no facilita la inteligencia inmediata.

Cuando ha de resolverse sobre problemas de organización, no debemos dejarnos influir demasiado por razones de carácter sentimental.

Además, los recientes acuerdos de la Federación Sindical indican que para la admisión de federaciones de países no afiliados a Ámsterdam es preciso conocer el criterio de esta organización.

La Conferencia se ha pronunciado en contra de la admisión de la Federación Rusa.

Esta misma suerte ha cabido a la Federación de la Edificación de Noruega, por darse en ella el caso de una organización federada a la Internacional.

Aprobado el informe del secretario, y resueltos los puntos de Rusia, Noruega y Checoslovaquia, la Conferencia se ha dedicado al examen de las propuestas de reforma a los estatutos que las organizaciones federadas habían presentado.

Se ha acordado conceder representación en el Comité Internacional a las federaciones de Pintores, Madera y Piedra, a fin de empezar los trabajos encaminados a la fusión de estas organizaciones, con la Internacional de la Edificación.

Se ha establecido como cotización ordinaria la de cuatro céntimos de corona —moneda sueca— por federado. Hasta ahora, se pagaban dos céntimos suizos.

También ha sido objeto de modificación la disposición reglamentaria que establece la división en grupos de naciones para la organización del Comité Internacional, reduciendo en uno el número de los que ha habido hasta la VI Conferencia.

Una cuestión de interés para los trabajadores organizados, que también ha ocupado la atención de los delegados, ha sido la que trata de las medidas legislativas aprobadas en algunos países, para proteger la vida de los obreros de la Edificación.

Es probable que toda la documentación recogida hasta ahora se dé a conocer a la Oficina Internacional del Trabajo para facilitar el conocimiento de este importante problema en varios idiomas a la vez.

Por coincidir la Conferencia de la Oficina Internacional con la de la Edificación, no ha sido posible la asistencia a ésta de una representación oficial de la primera.

Después de reelegidos los compañeros que componen el Comité Internacional, ha pronunciado el camarada Paeplow el discurso de clausura, cuyo resumen no podemos recoger en estas líneas por falta de espacio.

Sin embargo, alguna nota hay sobre la que debemos llamar la atención de nuestros compañeros. Es la que trata de los procedimientos de propaganda que ha empleado la Federación Internacional durante el ya largo periodo de su existencia.

Nunca ha apelado a la violencia; no ha intentado dividir a los trabajadores; no ha difamado a los que pensaban en disconformidad con su orientación; ha trabajado sin cesar porque las diferencias entre los explotados hallaran la solución de armonía que aconseja la comunidad de sus intereses. Visto el resultado de esta labor, el camarada Paeplow ha defendido, como parte del programa a realizar, la continuación de este método, fuera del cual la emancipación de los trabajadores no le parece realizable.

Por lo que a España respecta, confiamos en que todos nuestros federados tendrán en cuenta estas declaraciones, procurando sean una realidad en el plazo más breve que sea posible.

Anastasio de Gracia Villarrubia
(1890-1981)