Colección Memoria de Hierro

Los Mineros Asturianos (I)1

La Aurora Social, 28 de octubre de 1899

Veis ese grupo de seres vivientes que por calor de sus caras parecen venidos del centro de África? Pues esos hombres son blancos como vosotros y la ingrata labor a que se dedican para atender a sus necesidades les ha cubierto cara, manos y vestidos de áspera capa de polvo desprendido del negro mineral que arrancan en el seno de esas montañas.

Penetrad por esas oscuras galerías, muchas de ellas de suelo fangoso, y después de andar cientos de metros veréis a ambos lados agujeros que parecen galeras, de cuarenta o cincuenta centímetros de diámetro, encoged vuestros miembros y subid por ellos y os encontraréis en mi primer piso, —tajo, llaman los mineros— y así seguid subiendo y encontraréis más tajos, en lo que se llama explotación, todos sin más luz que la débil de los candiles o de la lámpara de seguridad que los mineros llevan.

¿Ventilación? Casi ninguna. Una ligera corriente de aire establecida por la abertura de dos o tres agujeros que, además de la boca-mina, comunican con el exterior, apenas dan la suficiente para que los pulmones puedan funcionar trabajosamente.

Pues así, en tan difíciles circunstancias, sepultados puede decirse entre las capas del carbón, viven millares de hermanos nuestros arrancando, tras de mil fatigas y anegados completamente en su sudor, la negra hulla que al pasar al estado de combustión en el hogar de las calderas ponen en movimiento el buque que nos pone en comunicación con otros continentes, las transmisiones de la fábrica que envían sus movimientos de rotación a infinidad de porta-útiles que transforman el hierro, la madera, etcétera, en objetos de inmediato uso para la vida social.

Pues esos mineros para quienes la luz del sol apenas es conocida, que viven continuamente expuestos a morir abrasados por las llamas del grisú, aplastados bajo las piedras de carbón o en los desprendimientos de tierra; esos trabajadores de las minas que con su sudor enriquecen a tantos como viven de la industria carbonera, viven miserablemente la mayor parte de ellos hasta el punto de que cuando una enfermedad los hiere sus familias se ven obligadas a mandarles al hospital.

¿Veis esos seres, jóvenes en su mayor parte, cubiertos también sus rostros de negro polvo y que sus ojos brillan como puntos luminosos en un fondo oscuro y a primera vista os inspiran horror, cubiertos de harapos sucios, y que separan la pizarra que ven entre el carbón? Pues esas son mujeres, así niñas algunas, y que dedicadas a otra labor más propia de su sexo quizá serían hermosas y rebosan salud por todas las partes mientras hoy, lacias, sin vigor apenas sus músculos, están destinadas para engendrar nuevos seres, como ellas anémicos, porque sus explotadores solo se ocupan de sacarlas el jugo para mantener en la opulencia otras mujeres que satisfagan sus lúbricos deseos y para que sus hijas gasten lujosos sombreros y vistan ricas sedas.

¿Y esos otros seres, pequeños, cubierta también su piel por el polvillo del carbón, que entran y salen ligeros en las minas y que responden por el nombre de guajes? Pues esos son niños que en temprana edad son obligados por la miseria de sus padres a dedicarse a las labores mineras cuando la cual aún los reclama.

Y esos millares de seres humanos que con sus picos hienden las montañas arrancando toneladas de carbón, alma de la industria moderna, acumulando capitales que van a las arcas de los accionistas para que pasen una vida regalada, ¿Están condenados a sufrir mientras les quede un átomo de vida? ¿Ellos que a tanta gente enriquecen, no pueden siquiera ganar lo necesario para cubrir sus más apremiantes necesidades, proporcionase un bienestar relativo, instruirse y conseguir que sus mujeres se ocupen solamente de las labores domésticas y que sus hijos vayan a la escuela hasta que su inteligencia se desarrolle?

Oh, sí, ellos pueden si quieren hacer eso.

¿Cómo? Eso es lo que veremos en otro artículo.


Notas:

1 Firmado por su heterónimo, Miguel Lavín. Con este artículo, Vigil Montoto, inicia una serie de diez escritos que, bajo el mismo título, serían publicados en La Aurora Social hasta el 30 de diciembre de 1899. La serie completa se puede consultar en www.memoriadehierro.es

Manuel Vigil Montoto
(1870-1961)