Colección Memoria de Hierro

Los Mineros Asturianos (II)1

La Aurora Social, 4 de noviembre de 1899

Quedábamos en el otro artículo en que si los mineros de Asturias que trabajan tanto en labores que los envejecen antes de tiempo, para enriquecer a tanto gandul, no era posible que mejorasen algo económicamente y decíamos que sí.

¿No han de poder? Ya lo creo.

Constantemente se les está recomendando la unión de todos ellos y unos hacen caso y otros no.

¿Así puede conseguirse algo? Es imposible. A lo sumo conseguirán que los mineros que más se distinguen en trabajar por el mejoramiento de sus camaradas, sean atropellados por algunos bestias que hacen de encargados, pues desgraciadamente son pocos los capataces y vigilantes que tienen sentimientos humanitarios.

¿Por qué entonces no se unen los mineros para defenderse unos a oros contra el canalla que no contento con explotarlos todavía quiere que vivan peor que los animales?

Pues por muchas causas. La más grande y principal de todas es la ignorancia.

Hay algunos mineros que se unen, que entran a formar parte de las agrupaciones socialistas y son unos verdaderos hombres trabajando porque la agrupación prospere, quitando mucho a los vicios que antes tenían para dejarlo en las suscripciones para huelgas; son varios los que apenas entendiendo de letras y números van al Centro Obrero, extienden recibos y hacen la recaudación, llevan las cuentas, extienden actas y procuran instruirse leyendo periódicos y folletos.

Son bastantes los que robando céntimos a sus necesidades y horas al descanso se dedican a adquirir conocimientos para trabajar con más entusiasmo por la unión de los mineros y poder alcanzar mejoras que los pongan a cubierto de morir aplastados entre el carbón por las malas condiciones de la mina o entre las sábanas de la cama de un hospital, faltos de recursos para combatir la terrible enfermedad que se ceba en las miserias humanas.

Sí, son algunos los mineros que sintiendo rabia de vivir siempre estrujados, siempre oprimidos, sabiendo que sin el trabajo suyo y de sus compañeros no existirían las locomotoras que atravesando valles y penetrando en las montañas con sus penachos de humo dejan por todas las partes señales del progreso de los pueblos; que no existiría tampoco esa grande industria creadora de grandes capitales que proporcionan a una parte de la humanidad dichas no soñadas por nuestros antepasados que desconocían la hulla y sus aplicaciones; sí, existen mineros que tienen conciencia de cuanto vale en el mundo el esfuerzo muscular de sus robustos brazos al horadar la montaña de donde sale después humedecida con su sudor la negra piedra, alma del progreso y manantial inagotable para sus explotadores.

Sí, hay mineros que conocen todo eso, que sienten dignidad herida al verse despreciados por los que deben a ellos cuanto son y cuanto valen, y por eso trabajan para unir a sus compañeros y acabar con ese estado de barbarie impropio de una sociedad que blasona de civilizada.

Pero ¿cuántos son los que viven todavía en el mundo negro de la ignorancia y tienen los ojos cerrados a la luz de la razón y con su indiferencia contribuyen a prolongar esa bárbara explotación que sufren?

Ah, esos son muchos y muchos son también los males que producen viviendo desunidos y desconociendo las ventajas que de su unión se desprenderán y hasta desconociendo en toda su intensidad el mal que se están causando a sí propios y a sus descendientes.

Más, como este artículo se alarga, de esto hablaremos en el próximo número.

En tanto, fijaos mineros, en estas pobres líneas y comprended que vosotros sois tan hombres como esos empingorotados señores de frac y chistera, que viviendo de vuestro trabajo os miran por encima del hombro desdeñosamente porque os ven vestido con la honrada blusa del trabajador.


Notas:

1 Firmado por su heterónimo, Miguel Lavín.

Manuel Vigil Montoto
(1870-1961)