Ocurre generalmente entre los trabajadores que no damos importancia a las cosas que a primera vista nos parecen pequeñas.
Y de ese error nuestro nacen un sin fin de males que no se curan con vanas lamentaciones.
Suelen los obreros creer que las cuotas pagadas en la agrupaciones para la defensa de sus intereses es dinero perdido, si en plazo breve no se obtienen los resultados que se buscan.
Ese dinero que pagamos como cuotas, vuelve reproductivo a nosotros convertido en diversas formas, pero que todas nos favorecen.
Los obreros, generalmente, son amigos de las bebidas y sin ser precisamente borrachos es lo cierto que gastan buenas cantidades, relativamente, que ningún beneficio les producen.
Esa inclinación a la taberna no es porque los obreros sean viciosos y sí porque el ambiente que los rodea no les produce otro placer si no es al lado de una botella y de una baraja.
Poseyendo los trabajadores en su mayoría escasa cultura porque en la mejor edad para instruirse, los arrancan de la escuela para llevarlo al trabajo, no debe sorprendernos que cuando son hombres, los más de ellos, no encuentran distracción en libros que los pongan al alcance de los conocimientos modernos. Y como no han de ir del trabajo a la cama y de la cama al trabajo, sin entregarse a alguna ocupación que satisfaga a su espíritu, de ahí viene que pasen por la taberna donde dejan algún dinero, que tanto necesitan para otras cosas y al mismo tiempo la salud.
Y eso ocurre en las grandes poblaciones, donde suelen abundar las diversiones culturas ¿qué no ocurrirá en la mayor parte de los pueblos donde viven los mineros, compuestos de ocho o diez casas?
Y en esas condiciones ¿pueden los obreros mejorar su situación?
No. En las tabernas se embrutecen más, y gastan más de lo que quieren muchas veces, dejando a sus hijos y esposas abandonados. De la taberna, salen también las cuestiones que llevan a unos al hospital o cementerio y a otros al presidio.
Es, pues, dinero, no solo inútil, sino perjudicial el que se gasta en la taberna.
Ahora bien, cuando los obreros se asocian, como no han de quitar al jornal que entregan a la familia para las necesidades del hogar la parte correspondiente para pagar la cuota, es claro que han de quitarla a lo que gastan en la taberna.
¿No hay aquí ya un beneficio para los obreros?
Esto es seguro que ningún minero lo desconocerá.
Además, el obrero al asociarse entra en relaciones con los demás y discurre el modo de cómo han de mejorar las condiciones del trabajo, compra periódicos y folletos que le instruyen sobre esas cosas, y para leerlos se queda muchos días en casa y no va a la taberna.
¿No hay aquí otro beneficio? Sí.
El obrero que lee, se instruye, y poco a poco va comprendiendo más y quiere leer más, luego más y a medida que se va aficionando a la lectura y encontrando en ella un deleite antes desconocido se va avergonzando del dinero y tiempo malgastado con la botella y la baraja y procura buscar distracciones cultas para sí y sus compañeros, ganando no solo él, que así se ennoblece, sino que también su familia verá en él un hombre que se desvive por ella en que antes solo había una bestia que solo servía para enriquecer al que lo explotaba.
Y así, de esta progresión en la cultura, desarrollando cada vez más su inteligencia, trabajando por la organización obrera, las cuotas pagadas y que han sido arrancadas acaso a la taberna, hacen que la agrupación cuente con cientos o miles de afiliados que en lucha contra los patronos conseguirán aumento de jornal, disminución de las horas de trabajo, un trato humano y, en fin, cuanto desea el hombre para los fines de la vida.
¿Veis, trabajadores de las minas, ya que a vosotros van, principalmente, dirigidos mis pobres artículos, cuánto se consigue con la organización?
Notas:
1 Firmado por su heterónimo, Miguel Lavín.