Colección Memoria de Hierro

Los Mineros Asturianos (X)1

La Aurora Social, 30 de diciembre de 1899

Vamos a poner fin a estos artículos, recogiendo algo de los dicho anteriormente y lo que finalmente nos queda por decir.

Quedan ya expuestos, aunque muy sucintamente, los grandes males, los grandes quebrantos que sufren los mineros por no encontrarse organizados.

También hemos expuesto las ventajas que desde luego se pueden obtener con la organización.

¿A quiénes toca ahora obrar? A los mineros.

Por de pronto, la Agrupación Socialista del Valle de Langreo ha creado en su seno una Sección de Mineros. Acuerdo plausible que deben tener en cuenta los mineros de dicho valle ingresando en ella.

En otras localidades se hará algo igual o parecido y los mineros no deben dar paz a la obra hasta que hayan alcanzado lo que por justicia les corresponde.

Todos los obreros estamos interesados en hacer de nosotros mismos hombres con conciencia de lo que somos para que no nos tengamos por unas bestias nacidas solo para el trabajo.

Para ello debemos leer los periódicos socialistas y por ellos enterarnos del movimiento obrero en otras poblaciones. Los triunfos de nuestros hermanos de otras localidades, nos servirán de estímulo para lograr también nosotros mejoras en el trabajo, y las derrotas, para observar las deficiencias que las ocasionaron para que corrigiéndolas nos libren a nosotros de los errores por ellos padecidos.

Pero si todos los obreros estamos interesados en la organización y por ellos muchos han disminuido las horas de trabajo y otros elevaron los salarios ¿cuánto no lo estaréis vosotros, dedicados a faenas inhumanas a quienes solo la necesidad os retiene en esos antros donde jamás penetra la luz del sol?

Sí, trabajadores de las minas, vosotros, horadando las montañas unas veces ayudados por la dinamita, otras a fuerza de golpes de pica, unas veces echados de espaldas, otras en posición de cúbito supino, o boca arriba, cuando de costado, adoptando, en fin, toda clase de posiciones incómodas, porque la naturaleza del trabajo no requiere otras; que vivís expuestos a morir por asfixia, quemados, de mil diversos modos; que ganáis un jornal tan pequeño en relación con lo pesado de vuestra labor, que no podéis tomar aquellos alimentos necesarios para reponer las fuerzas gastadas, que vivís abrumados por toda clase de desdichas, ocasionadas muchas de ellas por vuestra falta de unión, ¿no es un crimen que cometéis con vuestra familia y un suicidio lento para vosotros el vivir desorganizados?

Si así lo comprendéis, si no queréis servir de juguete para vuestros explotadores, aprovechad la ocasión que tenéis ahora que no está la provincia sobrada de mineros y lo estará menos en lo porvenir, en la gran explotación de que va a ser objeto el subsuelo de esta provincia, cuando aumenten las vías de comunicación y los medios de embarque en los puertos de la costa.

Aprovechad vuestras cualidades de hombre para mejorar vuestra miserable situación, como la han mejorado los mineros ingleses, muchos de los cuales trabajan siete horas por día, como la han mejorado los franceses, como la han mejorado todos aquellos obreros que han atendido a la organización.

Hacedlo así, obreros de las minas, y habréis cumplido con vuestro deber al luchar por vuestros intereses; hacedlo así y al entrar a formar parte de la organización obrera, la formaréis también del gran ejército de proletarios que luchan por redimir al mundo la explotación infame en que viven millares de seres humanos.

Trabajad, mineros, por la organización de vuestra clase, y al acabar con los patronos desalmados, coadyuvaréis a la gran obra del proletariado universal que lucha para acabar con todos los tiranos de la tierra para que el trabajo sea un deber de todos y el vivir gozando un derecho de los que cumplen con ese deber.

Luchad, mineros, por el bien de todos, y sea vuestro grito de combate un ¡Viva la unión de los explotados! que repercuta por esos montes llevando a vuestro corazón efluvios de paz y amor, precursores del triunfo universal de los trabajadores que luchan por su redención.


Notas:

1 Firmado por su heterónimo, Miguel Lavín.

Manuel Vigil Montoto
(1870-1961)