Colección Memoria de Hierro

La libertad1

La Aurora Social, 19 de octubre de 1901

— ¿Amas la libertad?

— Ya lo creo, yo soy muy liberal.

— ¿Quieres tener derecho a manifestar libremente tus ideas?

— Sí.

— Supongo que el mismo derecho querrás para todos los ciudadanos.

— Eso no se pregunta.

— ¿Por qué entonces, atacas a los jubileistas?

— Porque son reaccionarios que bajo el manto de la religión encubren un fin político.

— Aún así los debiste respetar.

— ¿Cómo, también tú eres reaccionario?

— Yo amo la libertad.

— ¿Y defiendes a los jubileistas?

— Sí a otros negara la libertad que pido para mí, ¡buen liberal sería yo!

— Pero es que los jubileistas son enemigos del progreso.

— También tú eres enemigo de la reacción.

— Sí; pero el progreso es adelanto.

— Eso lo dices tú y todos los liberales; pero los reaccionarios dicen que lo que llamamos progreso es barbarie

— ¿qué saben esos retrógrados?

— Y los retrógrados dicen: ¿Qué sabes esos libertinos? Llamando así a los liberales.

— Pues a esos fanáticos debemos apretarles para que no chillen tanto.

— ¿Por qué razón?

— Porque somos los más.

— Luego justificas que los reaccionarios, cuando sean más que nosotros nos aprieten también hasta ahogarnos.

— No; yo lo que digo es que no debemos dejar chillar a los enemigos de la libertad.

— Y ellos, cuando pudieron, establecieron la inquisición para ahogar a los liberales.

— Pero en nombre de la libertad se abolió la inquisición.

— ¿Pero la libertad para los liberales solos?

— No, para todo el mundo.

— Luego todos son libres para exponer sus ideas y manifestarlas, desde el más reaccionario hasta el más liberal.

— Sí.

— Pues, hombre, eso es en la teoría, porque en la práctica no resulta. Que lo digan los jubileistas.

— Pero los jubileistas son carlistas, son clericales que realizan un acto político, encubriéndose con la religión, porque la ley permite sin permiso de la autoridad las manifestaciones del culto católico.

— ¿Y tú eres enemigo del derecho de manifestación?

— Yo quiero que sea igual para todos; que no haya privilegios.

— Perfectamente. Debemos entonces trabajar todos para que las leyes sean lo más democráticas posibles.

— Pero mientras las leyes se modifiquen, debemos por la fuerza ir contra los reaccionarios, produciendo motines y algaradas, para que la autoridad prohíba las manifestaciones de los clericales.

— Con lo cual vamos hacer uso de la libertad contra la libertad de otros hombres de distintas ideas que las nuestras, como estos van contra nosotros cuando pueden.

— Ni más ni menos; para eso es la libertad.

— Hombre, eso es dar pruebas de incultura, de falta de educación, demostrando a la vez que los que tal hacen no están todavía capacitados para el ejercicio de la libertad.

— ¿Te llamas liberal y discurres así?

— Porque soy liberal te lo digo, créeme.

— Pues yo, mientras pueda, seguiré gritando ¡viva la libertad! Con la estaca en la mano.

— ¿Y no comprendes que en uso de esa misma libertad te puede contestar en igual forma el reaccionario, contribuyendo entre los dos a deshonrar lo que tanto tú deseas y lo que aborrece el otro?

— ¡Es que soy liberal!

— ¡Pues fíjate, hombre! Ser liberal, es ser respetuoso con todas las opiniones; querer para los demás lo que queremos para nosotros y dar siempre pruebas de una educación social en todas las ocasiones, que pruebe la capacidad de los pueblo para regirse democráticamente. Hacer lo contrario, es hacer la causa de la reacción.

— Es que los clericales se crecen demasiado.

— Porque los liberales nada han hecho para honrar sus opiniones ni educar al pueblo. Esos que tanto trinan contra el clericalismo ¿no bautizan sus hijos, se casan y hacen casar sus hijas por la Iglesia? ¿no van a mi misa y confiesan y comulgan? ¿Qué han hecho los liberales para liberalizar a la familia, especialmente a la mujeres para restar prosélitos al clericalismo? Mucho de los que hoy azuzan al pueblo contra curas y frailes ¿no educan sus hijos con los jesuitas? Créeme, amigo no se honra la libertad procediendo con violencia contra nuestros contrarios, sino con tolerancia y propagando honradamente nuestros ideales.

— ¿Sabes que me haces reflexionar algo en que antes no había caído?

— Pues sigue reflexionando y déjate de exaltaciones peligrosas. Usa de la libertad para pregonar tus ideas, y si ellas son buenas, libremente serán abrazadas por nuevos adeptos. Deja que a la fuerza bruta acudan los que necesitan apelar a la mentira para imponer sus opiniones. A nosotros deben bastarnos las armas de la verdad y de la razón.

— Estoy convencido. No con el palo ni con insultos, con verdades y razones es cómo se defiende y se honra a la libertad.


Notas:

1 Publicado bajo el pseudónimo de Miguel Lavín.

Manuel Vigil Montoto
(1870-1961)