Mujeres socialistas! Para comprender toda la grandeza del significado de esas dos palabras, que muchos graves señores toman a chirigota, hay que sentir de veras el ideal socialista, viendo como la imaginación el desarrollo de una sociedad nueva, donde no se conoce el capitalismo con su engranaje de leyes basada en un odioso espíritu de clase.
¡Mujeres socialistas! Para poder gozar de todo el raudal de ternura que puede encerrar esa frase hay que estar unido matrimonialmente con mujer no socialista, tener hijos con ella, ver que nunca os comprende y que paga vuestro paternal amor con ofensas que producen alteraciones en la paz del hogar, y si no hay talento en el hombre para con oportunidad y hábilmente transigir, hasta encontrar ocasión más favorable para que vuestro criterio sobre la educación socialista de los hijos pueda ser tolerado sin violentas rebeldías.
¡Mujer socialista! Si el hombre que lo es tiene compañera que no lo sea, cuando, después de rudo combate con compañeros que no se conducen como buenos socialistas, o de pelear con adversarios de mala fe, con patronos o autoridades que os atropellan, de mal humor llega a su casa; si a su esposa cuenta sus amarguras, en vez de palabras reflexivas que le den alientos para continuar la lucha, encontrará en aquella, las más de las veces, el instrumento inconsciente del capitalismo, que, en vez de consolarle en trances desesperados, le recriminará por seguir unas ideas que ocasionan disgustos, le echará en cara los céntimos, casi siempre arrancados al vicio, dedicaos al cumplimiento de sus deberes en la organización obrera, y el supuesto bienestar perdido por no querer traicionar su conciencia socialista.
¡Mujer socialista! Después de haber conocido las consecuencias de no tener compañera que lo sea, ¡qué placer tan grande debe sentirse si se reincide en el matrimonio con mujer que con nosotros sienta el mismo ideal!
¡Una agrupación femenina socialista! Escuela de esposas, escuela de madres, escuela de futuros maestros propagandistas del Socialismo puede ser agrupación femenina socialista, si la prestamos nuestro calor, si buscamos en ella nuestra compañera, si procuramos que en sus listas figuren nuestras hijas. ¿Cómo no he de aprovechar la ocasión para mostrar mi entusiasmo por esta clase de colectividades que tanto bien pueden producir a nuestra causa?
Es una tontería; pero dejadme decirla. ¡Si yo volviera a los veinte años, libre!, si volver pudiera a esta edad y pensara en buscar compañera, habiendo agrupación femenina socialista, en ella la buscaría, seguro de encontrarla, que no solamente sirviera para satisfacer las necesidades del sexo sino también para las espirituales de las ideas.
¡Si volviera a ser joven…! Jóvenes que me escucháis o leéis, si de veras queréis ser útiles a vosotros mismos, a vuestros hijos, procurar sentir las ideas socialistas, para, conociéndolas bien, no confundirlas con sentimientos de filantropía, y comprenderéis toda la inmensidad del mal de la obra capitalista, del régimen económico del capitalismo, esparciendo por el mundo toda clase de calamidades, sirviéndole nosotros —¡los individuos de la clase obrera!—, de vehículo propagador al reproducirnos en seres ignorantes de su misión en la Humanidad, carne para la explotación y para el placer.
Y cuando comprendamos todo el daño fruto del capitalismo, y sepamos apreciar la enorme cantidad de bien que el socialismo encierra, entonces y solo entonces, podremos admirar la gran obra que las mujeres socialistas puedan realizar, haciendo un paraíso de nuestro hogar, seres conscientes de nuestros hijos, y siendo de los hombres ángel tutelar que nos animen en los momentos de decaimiento, si los hay, levantando nuestra fe e infundiéndonos entusiasmo para proseguir la lucha, consagrando nuestra existencia al triunfo del socialismo, libertador de la Humanidad.