— Ya te irás convenciendo.
— ¿De qué?
— De que somos revolucionarios de veras.
— Tú me dirás.
— ¿No has visto los conflictos que provocamos?
Los burgueses están con el alma en un tris.
— Tú, y los tuyos si que estáis tocando el violón,
— No empieces ya.
— Pues pruébame que con los disturbios que vuestras predicaciones provocan, aceleráis el triunfo de la revolución social.
— Con mucho gusto
— Empieza, pues soy todo oídos.
— En primer lugar hacemos a los obreros anarquistas.
— Dado lo que hoy llamáis ser anarquistas, todos los desesperados lo son, como lo son también los niños que aún no tienen conocimiento.
— No te entiendo.
— ¿No llamáis anarquista al que es enemigo de la autoridad, y sin pararse a reflexionar acomete contra todo destruyéndolo por la fuerza y poniendo muchas veces en contradicción lo que hace con lo que dice?
— Sí, sólo la violencia es la verdadera tía Javiera.
— ¿Qué es eso de Javiera? Me parece que a ti te falta más de un tornillo.
— Quiero decir que la violencia es la verdadera piqueta que demolerá la sociedad actual.
— ¿Crees tú que si siembras patatas, que necesitan meses para dar fruto, por mucho que apures la tierra las dará en unos cuantos días?
— No.
— ¿Crees que si necesitas una casa para habitar, por mucho que te enfurezcas por que la necesites, se construirá en menos tiempo del que hace falta para su construcción?
— No. Pero ¿qué tiene que ver todo eso con la Sociedad actual, que para que desaparezca no necesita más que todos nos rebelemos contra ella?
— Sí, como para tú dejar de ser pobre no necesitas más que unos cuantos miles de duros…y en el mundo hay muchos miles.
— Pero esos miles de duros tienen dueños.
— También lo tiene la Sociedad actual.
— Es que en la casa donde están guardados esos miles de duros hay vigilantes.
— Pero son pocos. Juntaros el doble que ellos, hacéis la revolución, como tú llamas al empleo de la fuerza bruta, y os apoderáis del dinero que os hace falta.
— Poco nos duraría la posesión del dinero, porque luego vendría la justicia que nos condenaría a presidio.
— Hola, ¿por qué no aplicas las mismas razones para luchar contra la actual Sociedad?
— El caso no es el mismo.
— Hombre, si, si representarais la fuerza, nadie os podría quitar el dinero, y confiesas que aún pueden más los capitalistas.
— Pero la fuerza la representaremos cuando todos los que estamos en la miseria pensemos igual.
— Pues, amigo, apela entonces a la violencia, si hace falta, cuando todos los obreros estén convencidos de que unidos pueden más que la clase burguesa.
— Pero rebelándonos ahora la atemorizamos.
— Con lo cual ella, más fuerte hoy que los obreros, nos castiga y pone trabas a nuestra propaganda, retardando el día de nuestra completa unión.
— Es verdad, el empleo de la violencia antes de tiempo, sirve para que nos zurren, nos mermen nuestra libertad y nos sigan por más tiempo explotando con toda tranquilidad.
— Luego el empleo de la violencia…
— Por hoy conviene únicamente a los burgueses, y no será el hijo de mi madre el que siga llamándose anarquista, para regocijo de explotadores y espanto sólo de señoritas cursis.
Notas:
1 Publicado bajo el pseudónimo de Miguel Lavín.