Colección Memoria de Hierro

Los Mineros Asturianos (V)1

La Aurora Social, 25 de noviembre de 1899

Aunque de una manera incompleta, en el primer artículo dijimos la forma en que los mineros se ganaban la vida en las minas, en el seno de las montañas, andando unas veces a gatas y otras encharcados y siempre respirando una atmósfera malsana y pasando el día sin respirar apenas a la clara luz del sol.

Algo hemos escrito sobre las malas condiciones en que trabajan las mujeres en el exterior y los guajes empleados también en el laboreo de las minas.

Pero nada hemos escrito todavía sobre los irrisorios jornales que tienen la mayoría.

En algunas minas trabajan los picadores a destajo y en otras a jornal.

La faena de los que pica en mano perforan la montaña que en su seno encierra el rico mineral, es por demás pesada.

Las más de las veces encuentran el carbón tan duro que tienen que emplear la dinamita para arrancarlo. Los barrenos calientan la atmósfera, lo que unido al calor que desarrolla el cuerpo de los mineros por el continuo movimiento a que les obliga su forzado trabajo, hace que vivan siempre a una temperatura tan elevada que están totalmente empapados en su sudor, facilitando así la adherencia del polvo del carbón a su piel, que en gran cantidad se les introduce también por la boca y narices obstruyéndoles el conducto respiratorio.

Pues bien, esos obreros que tan penosamente se ganan la vida y que están en peligro siempre de perderla, ganan por término medio de jornal 3,50 pesetas por día de trabajo, y los que están a destajo de cuatro a cinco pesetas.

¡Y estos son los que ganan mayores jornales!

¿Qué tal serán los de los otros obreros de las minas?

Las mujeres, siempre sucias por la negra profesión que ejercen, paleando el carbón o limpiándolo de pizarra, tienen que contentarse con un mezquino salario de una a una peseta con veinticinco céntimos.

¡Y la industria carbonera es hoy un negocio para los propietarios de minas!

¿Por qué, pues, ganan tan poco los obreros mineros y tanto los propietarios?

Porque estos están unidos para defender sus intereses y los trabajadores no.

El año pasado subió el precio del carbón un ciento por ciento y en algunas minas se aumentaron los salarios en un diez por ciento.

Actualmente, ha vuelto a subirse el precio de la tonelada de hulla y el salario de los obreros está como Quevedo: ni sube ni baja.

Es decir, tanto como ni baja, no, en absoluto; aún hay contratistas que hace poco bajaron el precio de cada metro de mineral que arrancaban los obreros.

¿Y las horas de trabajo?

La mayor parte de los obreros del carbón trabajan diez horas y media. ¡Como si su trabajo fuese un trabajo ordinario!

¡Cuánto, cuánto tienen todavía los trabajadores de las minas que hacer para que sus salarios y la jornada estén equilibrados con el trabajo penoso que realizan!

No basta, no, que protestéis en silencio de la villana explotación que sufrís. Es necesario que hagáis algo más; algo que sin meter ruido vaya minando poco a poco la base sobre que se asienta el avaro capitalista que os explota y el capataz, vigilante o contratista que os maltrata.

Y ese algo, que os puede valer mucho, solo lo encontraréis en la organización.

Sí, en la organización está la base de un porvenir venturoso para la clase trabajadora, y un freno para los que viven del trabajo ajeno.


Notas:

1 Firmado por su heterónimo, Miguel Lavín.

Manuel Vigil Montoto
(1870-1961)