Colección Memoria de Hierro

Los Mineros Asturianos (VIII)1

La Aurora Social, 16 de diciembre de 1899

Suele ser obstáculo para la organización de los mineros, aparte de vivir casi todos alejados los unos de los otros, que es un obstáculo de los mayores para la organización, el pago de la cuota que tenga establecida la agrupación a que debe pertenecer el minero.

Muchos, convencidos de que la unión hace la fuerza, formarían parte de la organización minera si no les costara nada ni tuvieran más trabajo que dejar las herramientas el día que esto se acordará para que les fuese atendida la reclamación que hubiesen hecho.

Tal modo de pensar, solo puede disculparse por la ignorancia en que los ha mantenido el cura de la parroquia, que es casi el único consejero de letras que han tenido la mayor parte, los mineros, curas que en la mayor parte de las aldeas son unos ignorantes en toda la extensión de la palabra, en cuanto a las relaciones entre el trabajo y el capital se refiere.

Vamos, pues, a vencer ese pequeño obstáculo que retiene a bastantes trabajadores de las minas alejados de donde sus compañeros de explotación les aguardan con los brazos abiertos.

La cuota que satisfacen generalmente los mineros en las agrupaciones socialistas, son de cuatro o seis reales cada mes . ¿Cuántos reales más que esos gastan hoy en cazadores de vino unos y en el juego y el vino otros? Bastantes más, seguramente contestaréis, obreros de las minas.

Pues si es así que la mayor parte de vosotros gastáis no una sino tres, cuatro, cinco y algunos más de veinte pesetas al mes en cosas que no os produce ningún beneficio, desde luego hay que descontar el que el egoísmo entre en nada para resistiros a entrar en la organización.

Y ya que escribí la palabra egoísmo, ya se probará que el egoísmo bien entendido os llama a la organización.

Lo que a vosotros os retiene es el creer que esa cuota no os dará ningún resultado mientras no estéis todos o la mayoría organizados y que por lo tanto será dinero perdido mientras no estén todos los mineros convencidos de lo necesaria que es la unión.

Y de esa equivocación vuestra resulta aquello: Unos por causa de otros la casa por barrer.

Desde luego podéis comprender, sin que para ello haga falta gran inteligencia, que es imposible convencer a todos los hombres de una vez.

No todos saben leer los periódicos obreros que os hablan de vuestra unión; además vivís bastante separados los unos de los otros, y por desgracia también son pocos los que entre los mineros, por hoy, estén en condiciones de poder explicar a sus camaradas las ventajas de la unión.

No hay, pues más remedio que, los pocos que estén convencidos de ellas, trabajar con paciencia, constancia y con fé en la obra bienaventurada de convencer a los demás por la bondad de la causa.

Para eso, es imprescindible dinero, porque todo lo hay que pagar; ¡hasta nuestros explotadores gastan fuertes sumas para mantener la organización de que disponen con la que nos mantienen sometidos a ellos!

Sin dinero, no se puede hacer la propaganda por medio del periódico, de las reuniones; no se puede tener local donde reunirnos. Es pues necesario el dinero para la propaganda.

Como es natural, no vamos a esperar que vengan a traérnoslo los que son enemigos de nuestra organización, porque con ella no podrán explotarnos tanto. Somos, luego, nosotros, los que hemos de reunirnos con las cuotas.

Paguemos nuestras cuotas y juntaremos dinero para la propaganda y así, si hoy somos dos, mañana seremos cuatro, luego veinte, más tarde ciento, y así sucesivamente.

Ya vemos, pues, que dan resultado las primeras cuotas que se pagan. ¡Como que con ellas se saca del embrutecimiento a buen número de trabajadores que mañana lucharán a nuestro lado para mejorar las condiciones del trabajo!

Y así, a medida que la organización minera vaya aumentando, iréis reuniendo cada vez mayores sumas; saldrán de entre vosotros hombres inteligentes que propaguen nuestras ideas, e iréis seguidamente tocando los beneficios de vuestra organización y observando cuan reproductivas vuelven a vuestro hogar las primeras pesetas gastadas en las cuotas de la agrupación.

Mas este artículo se va extendiendo más de lo convenido. En el próximo nos ocuparemos de ellas y de lo que moralmente iréis también todos ganando.


Notas:

1 Firmado por su heterónimo, Miguel Lavín.

Manuel Vigil Montoto
(1870-1961)