Colección Memoria de Hierro

¡Vamos señor Arboleya!1

La Aurora Social, 16 de enero de 1903

Hay que confesar que este canónigo merece que le canonice la Iglesia, si en lo que le resta de vida ha de seguir luchando como lo ha hecho ahora, para catolizar a cuantos se apartan de su religión.

¡Lástima que el señor Arboleya, no emplee en cosa mejor el tiempo que pierde trabajando en pro de una religión, que es vergüenza de la humanidad y escarnio de la ciencia!

Es el señor Arboleya el que contra nosotros inició, o causante de que se haya iniciado, esa campaña de difamación que tan malos resultados les está dando.

Ahora publica el señor Arboleya en su diario El Carbayón, una serie de artículos titulados «La acción católica en Mieres», que no tienen más objeto que buscar el modo de apartar a los obreros del socialismo para que entren de nuevo en la religión católica, los que la abandonaron hará por ellos más que el socialismo. ¡Imposible, señor Arboleya!

En el catolicismo fuimos los trabajadores bárbaramente explotados, y aún lo son en aquellos pueblos donde el socialismo no echó raíces, y lo siguen siendo, aunque no tanto, en los demás pueblos donde los católicos tienen fuerza para ello.

Pero además hay otra cosa. Los obreros iremos allí donde podamos defender nuestros intereses, donde honradamente encontremos apoyo en la defensa de nuestras justas reclamaciones. ¿Es el catolicismo donde encontraremos eso?

La religión católica es una sarta de disparates; la religión esa está continuamente dándose de bofetadas con la ciencia, y para ser católicos, para que ustedes nos quieran tenemos que creer una porción de barbaridades para lo cual hace falta o ser un creyente sin más mundo que el católico, o un tonto, o un hipócrita. Y los obreros que sabemos lo que es la religión no queremos ser lo uno ni lo otro, ni queremos ninguna religión anticientífica.

¿Quiere usted señor Arboleya, que la clase obrera en Asturias, apartada del catolicismo vuelva a él? pues puede usted conseguirlo. Pero para ello tiene usted que probarnos que existe el cielo, donde Dios espera a los buenos y donde están los ángeles y los santos; tiene que probarnos que existen el infierno y el purgatorio, mina éste de los curas; tiene que probarnos que existe el demonio; que es posible que una mujer de a luz a un niño y quede virgen, antes del parto, en el parto y después del parto; que se puede ser uno y trino a la vez; que Dios es como los hombres que gasta barbas y ropas como nosotros, según le pinta en las estampas, y en fin una porción de cosas que se dan de golpes contra el sentido común y que no hay quien pueda creerlo, después de convenido de la falsedad de tales afirmaciones en que descansa la religión católica.

¿Puede usted probarnos todo esto, señor Arboleya? Pues manos a la obra, que lo demás es música.

Mientras usted, y los que semanalmente nos injurian, y tratan de mancillar la honra de los modestos propagandistas del socialismo en Asturias, arrojando calumnias, embustes y chistes de mal gusto, desde el periódico de Pravia, que usted fundó; mientras usted y los que le ayudan a llamarnos embaucadores y corruptores de la clase obrera no nos prueban que eso que defienden la religión católica, lo dogmático y tan claramente como nosotros demostramos que el socialismo es lo único que acabará con la explotación de un hombre por otro, no solo no conseguirán que los obreros vuelvan al redil católico, sino que quedará demostrado que los farsantes embaucadores y que corrompen las conciencias, son los que en nombre de una religión viven ricamente defendiendo a los explotadores y predicando falsedades para mantener a los hombres haciendo la vida del bruto.

¿No le parece, señor Arboleya, que nosotros estamos en lo cierto? Sí, creemos que usted nos dé la razón, como nos la dan cuantos no siendo fanáticos rinden culto a la verdad. Ahora que quien está a vivir, va por donde le conviene.

Si no estuviera la verdad con los socialistas, ¿cómo habían de desarrollarse tanto nuestras ideas, teniendo cada día más adeptos, siendo nosotros pobres obreros con escasa instrucción, que escribimos en los periódicos y hablamos en lo mitins, más que por necesidad, a falta de otros mejores que quieran hacerlo, que por reconocer en nosotros méritos que no poseemos?

Si el catolicismo fuera verdad, ¿cómo teniendo hombres que pasan por sabios, y que de palabra y por escrito lo defienden, se ve cada vez más reducido en las naciones cultas, habiendo muchos que aún se llaman católicos, por respeto a la tradición más que por convicción, teniendo que buscar prosélitos en los pueblos salvajes, donde la ignorancia impera?

¡Ay, señor Arboleya! Si usted honradamente cree que el catolicismo puede hacer algo por los obreros, cree usted un imposible. Habrá católicos que honradamente quieran defender al obrero, como hay mucho pillo que lo explota; pero la religión católica debe ser combatida porque siendo enemiga de la ciencia, es enemiga del progreso y bienestar de los pueblos.

¿Estamos, señor Arboleya? Pues vuelva por otra, y que su libelo semanal venga de nuevo injuriándonos, que nosotros seguiremos tan firmes, persuadidos de que nuestro modesto trabajo por ser empleado en pro de la verdad demostrada, hace más, pero mucho más, que todos los embustes y calumnias con que se nos obsequia.


Notas:

1 Publicado sin firma. Vigil Montoto reconoce su autoría a través de un artículo posterior firmado por su heterónimo Miguel Lavín, que reproducimos en las páginas siguientes.

Manuel Vigil Montoto
(1870-1961)